Un bajadero importante, pero…

Muy bien que el Gobierno haya ofertado un reajuste salarial del 15 por ciento, desde enero, a profesores y empleados de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), y la entrega de 900 millones de pesos a la institución para que cumpla parte de sus deudas con el comercio y el personal.

Casi seguro que el Palacio tomará un buen aire frente a los conflictos que provocan la crisis universitaria y a la ardiente coyuntura política motivada por las elecciones del próximo 20 de mayo. No así la academia, donde se ve a leguas el brote de una discusión interna quizás sin antecedentes sobre las prioridades de inversión con los millones prometidos, si se cumplen los compromisos públicos de los sindicatos de profesores y empleados.

Resueltos algunos de los reclamos, aliviadas las tensiones y los desamores momentáneos, urge una discusión  en torno al cuestionamiento a la transparencia y a la carencia de prioridad en la construcción de obras por parte del Gobierno en la UASD, uno de los ejes de presión durante el conflicto actual que no debe de escurrirse por los trillos del olvido.

Nada más saludable para las partes a las cuales se les supone cariño por una sociedad transparente y millonaria en honestidad.

Ante el silencio de los oficialistas, representantes del opositor Partido Revolucionario Dominicano en la ciudad universitaria han logrado desacreditar la construcción de ocho centros regionales y el plan de remozamiento de la sede.

Su punta de lanza ha sido el recién inaugurado parqueo de la sede al presentarlo como obra sobrevaluada (US$26 MM) y aislada de plan alguno, nacida del capricho de algún funcionario gubernamental hambriento de enriquecimiento ilícito al vapor.

El viejo profesor Facundo Acosta, del grupo “Profesores con Papá” (referencia al candidato presidencial Hipólito Mejía), ha dedicado su hoja Trinchera del 12 de octubre de 2011 a demostrar que –para él–  la mayoría de las obras edificadas constituyen un insulto a una academia preñada de necesidades inmediatas, y lo único que han hecho –sostiene– es agravar su crisis. En el audaz artículo “Leonel Fernández: ¿Benefactor de la UASD y padre de la escuela nueva?”, el docente y dirigente perredeísta acusa al Gobierno de construir obras al garete al margen del Consejo Universitario.

“Ignorando su autonomía, desconociendo sus prioridades, su agenda, el equipo de constructores de obras del Estado, hizo su propio programa y decidió construir ocho locales de la UASD en ocho provincias…Pero hablando de la sede central, aquí se hizo también el capricho de los estrategas de la varilla y el cemento…”. Y al final puntualiza: “De lo que si estamos convencidos es que el gobierno no puede, no debe jamás hacer una inversión de diez mil o quince mil millones de pesos en obras físicas en la UASD, sin la opinión y la participación de las autoridades académicas; ni tampoco puede el gobierno disponer de miles de millones de pesos en presupuestos, sin fiscalización y participación”.

Dejar pasar como si nada tan grave acusación, como hasta ahora ha sucedido, no solo hace ver al Gobierno como irresponsable sino como corrupto empedernido en tanto “el que calla, otorga”. Y esto beneficia al opositor PRD porque, coincidencia o no, este es su discurso desde la UASD.  El aporte del maestro  Acosta ha sido documentarlo, escribirlo y en el fondo desafiar al Gobierno a que demuestre lo contrario.

La universidad sin embargo no queda exenta del embrollo. Por comisión u omisión, son responsables: el Consejo Universitario, comenzando por los rectores que lo han presidido; la dirigencia profesoral, estudiantil y de empleados.

Muy difícil entender que sin alterar el avispero  el Gobierno haya violado autonomía y todo para edificar allí cuantas obras sobrevaluadas se soñara, sin plan consensuado; solo para enriquecer a sus amigotes. Se trata de un lugar donde una amonestación a un empleado o a un estudiante o un reclamo salarial, puede provocar graves conflictos y hasta perturbaciones públicas.

Si la dirigencia universitaria no intervino en el proceso de planificación de las infraestructuras, tuvo sus razones, pero seguro que no fue la estupidez. Si encima de ello, hubiera grave corrupción, la UASD debió poner el ejemplo con el primer sometimiento a la justicia y la primera protesta masiva.

Cómplice por lo menos ha sido ella.

Toca al Gobierno y a los ex rectores Porfirio García, Roberto Reyna, Franklin García Fermín, y el actual, Mateo Aquino, llenar el crucigrama sin la bruma pestilente de la politiquería, por el bien de la sociedad.

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