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Un canto poético

Mientras la sociedad se ve estremecida por extremismos partidarios y degradación en la ética y la moral, premiar a un poeta es un bálsamo, un canto a la vida, al amor, a la paz y a la solidaridad que evita la deshumanización.

Es, además, una invitación a no perder la fe en nuestros valores, por encima de penurias y miserias, a reafirmar la fe en la capacidad resolver conflictos y diferencias coyunturales. En otras palabras, a ver la vida con una dimensión sensible, proactiva y trascendente donde tenga cabida la serena reflexión.

En ese contexto, el Premio Nacional de Literatura 2013 otorgado a José Mármol por la Fundación Corripio es un galardón muy merecido y oportuno a un fructífero poeta que prestigia la literatura nacional y cuya obra ha tenido proyección internacional con 20 libros, entre poesía, ensayos y aforismos.

Ciertamente, con su creación literaria, Mármol nos ha enseñado que la poesía no es una cuestión etérea o de mero deleite estético, que apreciada concienzudamente nos adentra en la esencia vital de la existencia, que no podemos entender si nos movemos entre parámetros angostos.

En ese tenor, Mármol nos ha invitado a recordar que la poesía ha procurado “cantar el pensamiento. O tal vez, pensar en lo contado. O, como sintetizó Miguel de Unanumo, piensa el sentimiento y siente el pensamiento”. Mármol luego puntualiza: “La poesía es la concretización en lenguaje de esa búsqueda incesante, de ese poderoso misterio”.

Con igual sentido, aunque referido a la filosofía, Ortega y Gasset advertía que el hombre motivado e inquieto no podía estar, como el vulgo, atenido sólo a los asuntos banales y cotidianos, o sea sin un pensamiento capaz de comprender la vida y sus complejidades con sus alcances e inmensas posibilidades. Por eso decía que vivir es no filosofar y que para filosofar es necesario no vivir (en términos exclusivamente inmediatistas), porque entrar en contacto con la filosofía es como dar un salto fuera de la vida para poder verla en toda su vastedad.

Para transitar y nutrirse de la provechosa ruta del conocimiento, Mármol ofrece un consejo que debería ser acogido, con actitud inteligente y entusiasta, por jóvenes literatos para que lean y escriban de forma profusa y constante, una valiosa herramienta que les permitirá ampliar sus horizontes y la capacidad expresiva.

De esta forma, según su erudita apreciación, podrán participar de la “ensoñación o la magia del sentido del texto creativo, para la dichosa vivencia de una aventura imaginativa como sólo la auténtica literatura es capaz de engendrar en el lector”. Palabras profundas de un pensamiento poético renovado y vanguardista.

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