Un chin tú y otro chin yo

Ray Ortega.

Un cordial saludo a todos mis queridos lectores.

No me canso de repetir que lo más malo que existe en este mundo es la paternidad irresponsable. Nosotros somos los que traemos al mundo a estos niños, más tarde cuando crecen un poco los largamos a la calle a pedir. Que lastima me da cuando veo niños pidiendo de noche, cuando lo que deberían es de estar en sus casas con sus padres. Ellos no tienen la culpa de esto, son producto de una paternidad irresponsable

Hace unos días me llego una historia que se puede parecer a la que vemos a diario en Santo Domingo, sobre todo en horas de la noche no se si Ustedes mis queridos lectores la han visto, pero yo si la he visto y dice así: “Dos hermanitos vestidos de forma harapienta, provenientes de un barrio muy pobre, uno de ellos de cinco años de edad y el otro un poco más grande de unos diez años, iban pidiendo un poco de comida por las casas de la calle que rodeaba aquel barrio. Estaban hambrientos y cuando mendigaban por las casas, escuchaban frases detrás de la puerta que decían: no molesten, aquí no hay nada pordioseros. Las múltiples tentativas frustradas entristecían a los dos niños.

Por fin, una señora muy atentamente les dijo: Voy a ver si tengo algo para ustedes….!Pobrecitos!. Y volvió con una latita de leche. ¡Qué fiesta! Ambos se sentaron en la acera. El más pequeño le dijo al de diez años: tú eres mayor, toma primero…y lo miraba con sus dientes blancos, con la boca medio abierta, relamiéndose.

Yo contemplaba la escena como una tonta…Si vieran al mayor mirando de reojo al pequeñito…Se llevaba la lata a la boca y simulando que bebía, apretaba los labios fuertemente para que no le entrase ni una gota de leche. Después, extendiéndole la lata, decía al hermanito: Ahora es tu turno. Solo un poquito, y el hermanito, dando un trago exclamaba: ¡Esta sabrosa! Ahora yo, dice el mayor. Y llevándose a la boca la latita, ya medio vacía, no bebía nada.

Ahora tú. Ahora yo, Ahora tú. Ahora yo. Y, después de tres, cuatro, cinco o seis tragos, el menor, de cabello ondulado, barrigudito, con la camisita por fuera, se bebía toda la leche…él solito.

Esos, ahora tu, ahora yo, me llenaron los ojos de lágrimas…Y entonces, sucedió algo que me pareció extraordinario. El mayor de los dos comenzó a cantar, a danzar, a jugar fútbol con la lata de leche vacía. Estaba radiante, con el estómago vacío, pero con el corazón rebosante de alegría.

Brincaba con la naturalidad de quien no hace nada extraordinario, o aún mejor, con la naturalidad de quien está habituado a hacer cosas extraordinarias sin darles la mayor importancia.

De aquél muchacho podemos aprender una gran lección: Quien da es más feliz que quien recibe”.

Mis amigos, muchas veces nosotros vemos en la calle niños pidiendo, niños que por una necesidad u otra tienen hambre. Recordemos siempre que ellos no pidieron venir al mundo, es la paternidad irresponsable la que los trajo a ellos.

Termino con el Versículo 38, del Capítulo 6 de San Lucas que dice: “Dad, y se os dará una medida bien llena apretada y rebosante, porque con la medida que vosotros midáis seréis medidos”.

Hasta la próxima y muchas bendiciones para todos.