Lo que se avecina en el país es una situación de generalizado trastorno social, económico y político si se mantiene, tal cual fue estructurado y anunciado por el Gobierno, el proyecto de reforma fiscal.
Si los vientos huracanados de ese fenómeno no se desvían del curso proyectado, las consecuencias se prevén desde ya de desequilibrio y hasta de colapso en diferentes ámbitos y actividades productivas.
Los datos dados a conocer sobre el incremento del ITBIS y otras medidas que impactarán los presupuestos y la calidad de vida de los dominicanos han provocado de inmediato una oleada de sorpresa, inquietud y condena.
Sorpresa porque si bien nadie estaba ajeno a la gravedad de los problemas económicos nacionales, la real magnitud de esta crisis ha quedado al descubierto con la diversidad de medicamentos que se buscan aplicar para salir del marasmo.
En efecto, con este proyecto que remeda inquietantemente los nefastos “paquetazos” fiscales del pasado, se busca recuperar las finanzas públicas de una postración heredada de la pasada administración, cuando se proclamaba que la economía estaba blindada y hasta en mejor situación que las finanzas de algunas naciones del primer mundo.
La Fundación Institucionalidad y Justicia ha aludido a la dimensión de la crisis que le ha tocado afrontar al presidente Danilo Medina, al describir la secuela de lo que definió como los efectos negativos desatados por un verdadero “ciclón” en la economía nacional.
El jefe de Estado tiene por delante un difícil y riesgoso reto porque él mismo ha señalado, “la realidad es dura. En este momento se requiere de los compromisos asumidos con el pueblo y mantener el crecimiento y dinamismo de la economía, el gobierno y el sector privado deben apoyarse mutuamente”.
Esta apelación para el sacrificio colectivo podría quizás obtener un mayor nivel de comprensión y respaldo si paralelamente se logra, por vías institucionales no sujetas excepciones selectivas, recuperar miles de millones de pesos que han sido distraídos del erario mediante manejos irregulares.
Aunque el Gobierno no puede cruzarse de brazos, se deberían reexaminar detenidamente todos los puntos contemplados para evitar una contracción en el ritmo de la economía, los negocios y las inversiones.
En este sentido, es conveniente advertir y recordar el símil del organismo enfermo que sometido por ahorro a un proceso de abstinencia y limitaciones, en lugar de reanimarse termina falleciendo por inanición. Estamos frente a un peligro inminente de desfallecer más en lugar de reactivarnos.
Ojala que esta sombría perspectiva pueda cambiar y que, como se ha podido lograr en otras tantas oportunidades, el proceso de diálogo y consenso evite desequilibrios en la paz social que tanto esfuerzo y dedicación ha costado al pueblo dominicano.
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