SANTO DOMINGO.- Constituye un alivio que el Gobierno se haya desligado de una supuesta reforma tributaria que circuló profusamente hace unos días.
Y es que, en realidad, se trataba de un engendro fiscal casi satánico.
Lo digo, porque ese paquetazo subiría la carga a las empresas y a los hogares en forma asfixiante.
He tenido acceso a algunos escenarios técnicos de cálculo de impacto que indican que para un hogar típico de clase media, la carga fiscal se habría elevado entre un 20% y un 40%.
Para las empresas el impacto sería brutal, porque la carga se incrementaría ej 100%. Es un mamotreto, un diseño para destruir empleos, generar quiebras y empobrecer.
En otras palabras, el documento es un Frankenstein fiscal para recaudar sin tomar en cuenta los efectos colaterales sobre los distintos sectores de la economía.
La reforma tributaria tendrá que hacerse, pero conviene impulsar un diseño fiscal con altos niveles técnicos, orientado por especialistas en finanzas públicas.
Si fuera posible, no debería dudarse en buscar la asistencia de especialistas internacionales, porque para contar con una reforma fiscal bien hecha, son muchas las complejidades.
En otro orden, un factor que luce crítico es que el presidente salga a negociar la reforma tributaria con los distintos sectores de la vida económica.
Me parece políticamente incorrecto y una señal de pobreza institucional.
La figura del mandatario debería preservarse para momentos estelares, para destrabar situaciones, tener la última palabra y liderar.
Lo más sano es instalar un diálogo en el Consejo Económico y Social y que el gobernante intervenga sólo cuando sea preciso.
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