Nadie puede negar que hayamos conocido dos estilos de primera dama en menos de un año. La que se fue y ya no es y la que llegó y está. La que se fue, fue preparada para luchar por el poder por su esposo que ya no está.
La que se fué; Inteligente, ambiciosa de poder y hasta cierto punto irritable por cualquier cosa. Ignora que los cargos públicos son objeto de ataques constante.
La que está: es de rostro más humano, psicólogo de profesión y sobretodo una verdadera compañera de su esposo.
30 mil millones de pesos han llegado a llenar la copa de los préstamos internacionales en nuestro país. Eso quiere decir que es igual a dos veces el presupuesto propuesto de un año. Casi 4 mil millones que nos otorga Venezuela a través de petrocaribe y aún no sabemos que se ha hecho con eso.
Después de casi 17 años los dominicanos no sabemos que hizo Leonel con esos dineros. De 26 por 1 el cambio de nuestra moneda nos los ha ido poniendo al 43 por 1.
¿Por qué se construyeron todas las carreteras, puentes y obras suntuosas? Sencillamente los préstamos internacionales y la deuda de los préstamos nacionales tenían que justificarlos en obras que dejaran mucho dinero para hacer multimillonarios a los miembros del comité central del PLD.
El que se fué y quiere volver domina los poderes; judiciales (él fue quien los nombro, el que quito y puso) parte del ejecutivo y gran parte del poder legislativo. Sus narices se sienten en el poder militar. De ahí el desorden que se aprecia fácilmente en la seguridad del dominicano. (Crímenes, delitos, drogas, lavado, etc…)
Todavía no se entiende como el Banco de Reservas le hizo préstamos a un traficante para construir la torre Atiemar. No entendemos como el estado le hace préstamos de 5 mil millones al millonario Donald Trump para comprar farallones en Cap Cana. Mientras todo esto se ve con los ojos bien abiertos a nuestro alrededor los crímenes que a diario suceden, los fines de semanas maniáticos que continúan, la internalización del tráfico de drogas en territorio dominicano. Más de la mitad de la población que no ha probado las mieles del poder y de que los empleados se volvieron chiriperos y de chiriperos a formar bandas que muchas veces son dirigidas por militares.
Frente a lo antes descrito no es de extrañar que en cualquier momento se arme un follón que no necesariamente sea el de Yamasá.