Por Víctor Manuel Grimaldi Céspedes
CIUDAD DEL VATICANO.- Desde el primer día tuvimos una comunicación fluida. Era el 3 de Abril, viernes de 2009. Durante dos semanas mis hijas y mi esposa custodiábamos y nos llevábamos donde quiera que íbamos a Roma un «Tesoro» que aquel día inolvidable entregaría al Papa: las cartas credenciales que le enviaba el Presidente Leonel Fernández a Su Santidad Benedicto XVI designándome como Embajador de la República Dominicana ante la Santa Sede.
«Ustedes van a celebrar en 2011 los 500 Años del primer Obispado de América», fueron sus primeras palabras para mí cuando él comenzó un coloquio programado usualmente de 15 minutos y que tuvo una duración de 25.
̶ Santidad -le respondí- y esperamos que nos acompañe en estas celebraciones.
Sonrió.
«Yo estoy en las manos de Dios», me respondió, dándome a entender que no podía con dos años de anticipación dar una respuesta afirmativa.
A partir de ahí hablamos de otros temas, entre otros de la Encíclica que daría a conocer en el verano próximo relacionada con la crisis social, ética y económica del mundo.
Le sugerí que invitara luego de su publicación a todos los líderes mundiales a un encuentro en Roma. Consideró buena la idea, si bien me dijo que debía consultarlo con sus colaboradores.
Hablamos de Juan Bosch y de Joaquín Balaguer. De las experiencias de estos personajes. Del tiempo que influyeron en la vida pública dominicana.
Se sonrió cuando le conté que a su retorno al poder en 1986, Balaguer, ciego, dijo cuando cuestionaban su capacidad para gobernar que al Palacio Nacional «no se iba a ensartar agujas».
Hablamos de Fidel Castro. Le dije que era un cristiano bien formado por sacerdotes católicos y que yo pensaba que sus posiciones radicales había que entenderlas por esas enseñanzas cristianas más que por el marxismo.
Me escuchaba muy atento.
Me respondía en español, aunque estaba con nosotros un intérprete que le traducía mis palabras.
Luego pasó mi familia a saludarlo.
Fue aquel el primer día de tantas ocasiones inolvidables que hemos compartido en Roma, en Castelgandolfo y en Asís con Su Santidad Benedicto XVI, quien desde un primer momento acogió y respaldó el proyecto de celebrar en Santo Domingo en 2011 una Feria Internacional del Libro con la Santa Sede como Invitado de Honor.
Luego recibimos la eucaristía de sus manos el jueves santo siguiente, y cada semana santa posterior en la Basílica Catedral de San Juan de Letrán.
Asistimos a las misas oficiadas por Su Santidad en la Basílica Vaticana a las que ha sido invitado el Cuerpo Diplomático Acreditado ante la Santa Sede.
Una experiencia importante fue la visita en Audiencia del Presidente Fernández a Su Santidad el 21 de mayo 2010. Era la primera vez desde 1999 que un Presidente dominicano en ejercicio visitaba al Papa.
La Excelentísima Primera Dama Margarita Cedeño de Fernández fue recibida ese mismo día por el Papa en una Audiencia Especial en reconocimiento a su trabajo social con los pobres de la República Dominicana.
Tan importante como esta experiencia humana y diplomática que hemos tenido con el Papa Benedicto XVI ha sido el conocimiento directo de su obra intelectual y de su magisterio teológico, cultural, filosófico y doctrinal que a mi juicio marcará un camino definido e iluminado para la Iglesia.