Un Papa sensible

 

Desde su llegada a la Santa Sede tras ser elegido Papa, Jorge Mario Bergoglio, quien escogió llamarse Francisco, se ha proyectado como un Pontífice sencillo y humano, que además ha sentado las bases para cambios radicales en la Iglesia Católica.

Su gira por América Latina ha proyectado a un Santo Padre sensible al padecimiento de los pobres y sufridos del mundo, pero no se limita a consolarlos y a citarlos con un enfoque quejumbroso, sino con una nota de estímulo y fortaleza.

En Bolivia, durante una misa que registró una multitudinaria asistencia, Francisco instó a los necesitados y excluidos de la sociedad a luchar por las tres T: trabajo, techo y tierra, utilizando su potencial para encaminarlo con provechosa determinación.

Durante un encuentro con movimientos populares de todo el mundo en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), Jorge Mario Bergoglio dijo que se trata de derechos sagrados y que hay que luchar por ellos. “Que el clamor de los excluidos se escuche en Latinoamérica y en toda la Tierra”, proclamó el Pontífice.

¿Qué puedo hacer yo artesano, vendedor ambulante, transportista, trabajador excluido si ni siquiera tengo derechos laborales? ¿Qué puedo hacer yo, campesina, indígena, pescador que apenas puedo resistir el avasallamiento de las grandes corporaciones?   preguntó el Papa para dar de inmediato su propia respuesta.

A seguidas y entre aplausos, Francisco dijo dirigiéndose a los humildes, ustedes, “los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho, me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas,  no se achiquen!”

En otro gesto que lo ennoblece, el papa Francisco pidió humildemente perdón, no sólo por las ofensas de la propia Iglesia, sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América”.

La Iglesia transita hoy un camino de cambios que la acercan a los seres humanos en su drama y aflicciones y Francisco es el gran artífice de ese solidario reencuentro con los más necesitados, dejando atrás distancias e indiferencias de la jerarquía eclesiástica.