Un príncipe llamado Papá

Posiblemente resulte reiterativa con esta temática, pero la realidad en la consulta y en el trabajo con mujeres víctimas de violencia conyugal que hago, me llevan siempre de nuevo al tema.

Entrar en las historias de las mujeres nos hace encontrar vacíos comunes, ausencias cotidianas que guían la vida y pronostican  finales infelices tan contradictorios a los narrados en las historias infantiles, donde un príncipe azul garantiza la felicidad y un final de ensueños.
Lamentablemente ese príncipe suele ponerse una máscara que confunde, que encanta, pero debajo de ella sobrevive un fantasma  tan ausente como necesario para la vida psicológica y emocional de las mujeres: Papá

Son innumerables los casos de mujeres que buscan ayuda por no ser capaces de sostener una relación de pareja. Mujeres profesionales, exitosas, inteligentes y con capacidad para mirase a ellas mismas. Luego de algunos intentos fallidos en sus relaciones con los hombres, comienzan a preguntarse ¿Qué pasa conmigo?; ¿Será él o seré yo? ¿Por qué me comporto de esta manera?

Brillantes cuestionantes que no apuntan al otro sino a sí mismas, pues las mujeres han iniciado un camino de crecimiento que ya no tiene parada y aunque muy complejo y largo, muy sabroso por lo que implica en autonomía y autoestima.

El trabajo consiste en hacerles ver que no hay algo malo ellas y que no son culpables, sino que la sociedad funciona de esta manera y esto hizo que en su historia faltara un protagonista. Además de confrontarlas a un recurso del inconsciente en el que muchas veces, en lealtad a papá, se boicotean a ellas mismas provocando, sin darse cuenta,  el abandono reiterado.

Esta cultura, sostenida en los valores del patriarcado, banaliza el rol paterno dándoles permiso a los hombres para regar hijos e hijas por el mundo y luego desconectarse de sus vidas. Esto deja consecuencias tanto en los hombres como en las mujeres de manera distinta, determinadas igualmente, por esta misma estructura social.

A las mujeres las lleva a la búsqueda incesante de papá en sus parejas emocionales y a los hombres a una necesidad constante de búsqueda de aprobación de las figuras de autoridad, sobre todo las masculinas.
Cuando en terapia entramos a esas historias el príncipe azul se quita la máscara y aparece papá, en una liga de amor y odio por el abandono, la ausencia y la necesidad afectiva.

En días pasados tuve la  rica experiencia terapéutica de ver cómo una mujer de 35 años le contaba a su padre frente a ella, con el rostro lleno de lágrimas,  el dolor que había sentido cuando desapareció de su vida.  El, un hombre bueno, bien intencionado, pero con la ignorancia de la mayoría de los hombres de esta cultura. Ambos, ahora  nuevos y recolocados,  luego de muchos años de sufrimientos.

Creo que esta cultura machista hace que los hombres se pierden la oportunidad de restablecer su propia autoestima a través del vínculo con sus hijas y a  ellas les quita la posibilidad de ser felices con otro ser humano del mismo sexo que papá.