Nuestra desnudez en gestión de riesgo ha sido evidenciada una vez más la madrugada de este jueves 5 de enero tras el seísmo de 5,3 grados en la escala abierta de Richter, registrado en el suroeste, a 17 kilómetros de la bahía de Ocoa y a 50 de la capital de la República.
Mucho pánico. Mucho pánico. Muchos informadores en los medios electrónicos del país presas del sensacionalismo, quizás más imbuidos de una falsa conciencia que de malas intenciones. Ni se imaginan el daño grave que causan a la población con sus tonos y hasta con sus gestos de asombro.
El sacudión provocado a las 5:36 por la ruptura de una de nuestras fallas geológicas, a 18 kilómetros de profundidad, debería servir como una alerta a las conciencias de todas las instituciones, públicas y privadas, para que, bajo el mando del Gobierno, cambien los operativos por la prevención. O que, por lo menos, no los superpongan.
La apuesta a “comprar candado después del robo” es ya recurrente en el país, pese a su alto costo económico y social. Lo acabamos de sufrir con la letanía sobre accidentes de tránsito y el consumo de alcohol en las fiestas de fin de año; igual que sucede cada Semana Santa. Nuestra cultura es contar muertos, lamentarnos y, horas después, vivir la coyuntura sin el menor apuro, ajenos a las enseñanzas del pasado.
Y esa irresponsabilidad social nos pone a expensas de una catástrofe similar a la ocurrida en Puerto Príncipe, Haití, tras el terremoto de 7 grados el 12 de enero de 2010. Ni las autoridades del vecino país saben aún la cifra exacta de muertos. Está claro, sin embargo, que si los fallecidos fueron 100 mil o un cuarto de millón, la causa de no fue en general el sismo, sino la extrema pobreza y la nula prevención.
Los medios de comunicación masiva son vitales para la prevención en estos tiempos. Como consecuencia, también todos sus actores (incluidos sus arrendatarios). Las autoridades no deben perderlos de vista.
El Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología engrandecería a la nación si patrocinara maestrías en gestión de riesgo y comunicación en academias nacionales, aunque para ello busque apoyo de la Oficina Panamericana de la Salud y de países amigos con experiencia en la materia. Las universidades pueden hacer lo propio con aval económico de los empresarios (Sería el primero en matricularme). Radio, televisión y periódicos, incluidos los digitales, necesitan depurar contenidos, y no lo lograrán hasta que sus ejecutivos entiendan también la urgencia de capacitar y actualizar a todos sus constructores de sentido, en tanto la responsabilidad no solo de los otros.
El fuerte temblor del sur solo ha recordado a otro que impactó la misma zona de Ocoa el 8 de enero de 1962, hace 49 años. Se ha activado la falla de la zona y ha puesto nerviosa a la población de todo el territorio nacional. La ha alocado y la ha puesto más vulnerable a los rumores perniciosos como el del supuesto tsunami que arrasaría la capital tras el huracán Georges del 22 de septiembre de 1998.
Por suerte, el remenión no nos ha puesto a contar muertos, que es la tenebrosa pasión de muchos.
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