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Una de las peores prácticas del periodismo

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José Báez Guerrero.

Opinar sinceramente acerca de cómo ejercemos el periodismo en nuestro país es un asunto peliagudo. Está la inevitabilidad de pisar callos de patas cuyos dueños quizás carecen de sindéresis pero abundan en maldad sensible. Si juzgamos por el éxito económico de aquellos cuya práctica es motivo de escrutinio o crítica, habría que concluir que el mercado, la suma de decisiones de quienes consumen noticias y opiniones, les premia…

Pero la verdad es que muchos periodistas no acaban de entender el rol de la prensa en una sociedad democrática; si la inteligencia les alcanza para entenderlo, muchos comoquiera optan por hacerse los chivos locos y ejercer acorde sólo a su propio interés y no el de la comunidad a la que deberían servir honestamente.

La honestidad no se refiere sólo a cuestiones dinerarias ni tampoco la pobreza es sinónimo de seriedad. Conozco muchísima gente “fuñida” más corrupta que un tocino podrido y otras muy prósperas más serias y honorables que cualquiera digno de canonización, aunque quizás les ofenda la alegoría católica. Ser un “infeliz”, para usar el término que tantas veces empleaba Rafael Herrera, no equivale sólo por ello a ser honrado; ser afortunado “dinerariamente” tampoco significa necesariamente ser un pillo.

Quizás la peor corrupción es aquella que resulta de traicionar, a conciencia de lo que se hace, las normas éticas o de ontológicas del oficio, independientemente de que resulte o no en algún dinerillo. Y toda esta meditación me viene a mente porque ayer un tribunal condenó a un renombrado periodista de los que reinan en la radio a tres meses de prisión y al pago de RD$5 millones como indemnización y cien pesos como multa tras ser hallado culpable de difamación, por atribuirle al también periodista Marino Zapete haber “ocultado crímenes” cuando éste fue director de prensa de la Policía Nacional, a fines de los años ‘90.

La juez Awilda Reyes de la Cuarta Sala Penal del Distrito Nacional dictaminó la condena tras encontrar elementos suficientes que sustentan la acusación de Zapete contra el otro periodista.

Ningún periodista puede alegrarse de que por un delito de prensa un colega vaya a la cárcel. Pero tampoco puede seguir la costumbre de impunemente usar la prensa como patíbulo de reputaciones. Me apena la condena de cárcel, pero paradójicamente me alegra que mi amigo Marino Zapete haya logrado hacer justicia con su reclamo de respeto a su honra.

José Báez Guerrero

[email protected]

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