Una isla en un mar capitalista convulsionado

Por Narciso Isa Conde

La República Dominicana es un pequeño eslabón situado en punto estratégico-neurálgico del planeta, en el contexto de un sistema capitalista mundial afectado por la peor crisis de su historia. Haití le acompaña inseparablemente cargando con la mayor parte de los efectos destructivos de ese capitalismo transnacional en descomposición.

Hablo de una crisis enorme y múltiple,  de todo el sistema, de toda la civilización burguesa, en todas sus vertientes: financiera, económica, social, política-institucional, moral, urbanística, moral, ambiental, militar…a la cual no escapa y la cual se expresa con mucha gravedad en este país y en esta isla saqueada y amenazada  de saqueos mayores a cargo de las Gold, las Xstrata y otros consorcios del pillaje y de la guerra.

Un crisis crónica, sin salida previsible dentro del capitalismo y el sistema imperialista, que en cada estremecimiento se propone prolongar su vejez y su enfermedad incurable procurando salvar al cohollo del sistema imperialista, preservando y engordando las elites del gran capital y sacrificando cada vez más las fuerzas del trabajo, comprometiendo alevosamente la existencia misma humanidad.

En ese tenor los imperialismos norteamericano y europeo se las pasan explotando en mayor escala los países de la periferia, sobre-explotando a los/as trabajadores de todos los países, empobreciendo bestialmente los seres humanos y todo su entorno natural, desplegando sus fuerzas militares y desatando guerras y masacres, saqueando los recursos naturales en forma destructiva, apropiándose de toda la riqueza ajena y sembrando el caos, con la ilusión de sobrevivir por muchos años exhibiendo la opulencia de sus centros hegemónicos y de sus cohollos empresariales.

La restructuración neoliberal, como fase brutal del capitalismo, al parecer vino para quedarse mientras perdure el sistema; endureciéndose  por momentos entremezclándose con reductos del keynesianismo en ciertas circunstancias, reciclándose y readecuándose según sus niveles de crisis.

En Asia, África, America Latina y el Caribe, EEUU y Europa…. y en consecuencia aquí no aparecen recetas distanciadas de la estrategia neoliberal  cuando se trata de decidir las intervenciones quirúrgicas y terapéuticas del gran capital transnacional y de las burguesías subordinadas a sus designios, amenazada su gobernabilidad por agudos y periódicos brotes de resistencia e indignación dentro de la crisis sistémica agravada.

Su propósito siempre es salvar los grandes bancos y las corporaciones privadas a costa de hundir las sociedades, con énfasis especial en el saqueo y la depredación de  toda la periferia dependiente del sistema y de las bases empobrecidas y sectores medios vulnerables, pero sin dejar de afectar gravemente de rebote a una parte cada vez mayor de las sociedades en crisis de los países centrales, llamados “altamente desarrollados” y “civilizados”.

De esa manera la crisis del capitalismo se ha tornado crónica, es decir, sin salida superadora del neoliberalismo en el marco del sistema dominante.

Ella registra y promueve a nivel internacional y local una tendencia creciente al caos prolongando, a la guerra global (vía sucesivas guerras  de conquistas y reconquista), al gansterismo y al reino de la delincuencia de Estado, política, empresarial y militar… a la inseguridad generalizada; tal y como acontece hoy en este país y en esta isla, a la que luego de la ocupación de Haití, solo le falta una guerra de agresión caliente o algunas variantes de masacres.

Las elites capitalistas ya no cuentan, como en otros tiempos, con fórmulas económicas de relevo capaces de lograr estabilidad y de evitar volver a corto plazo a fase más agudas y complejas de la crisis. Patinan en las mismas recetas, exhibiendo formulas económicas y militares cada vez más destructivas.

Esa realidad opresiva de mayorías populares, empobrecedora y excluyente en gran escala  -y a escala global- de las fuerzas del trabajo y de amplios sectores medios de la sociedades, ha dado lugar a una creciente indignación, con grandes y periódicas rebeldías, con expresiones estremecedoras en toda la geografía planetaria… pero todavía no suficientemente ascendente y generalizada. Todavía no globalizada.

Indignación propia de la época, de los cambios en las estructuras sociales, en los modelos y formas de dominación de la clase capitalista, en los sistemas políticos y políticos militares, en los patrones de acumulación y gestión tecno-científicos cooptados por capitalismo y en las nuevas formas y vías de comunicación y alienación.

Indignación que el año pasado aquí comenzó a hacer sus primeros balbuceos y que soterradamente se acumula sin cesar…hasta que ??????. Sobre todo, porque es obvio que aquí existen para ello más razones y causas que en Brasil, aunque lógicamente le acompañen mayores temores.