La muerte de John Percival Matos a sólo 24 horas de una expresa orden presidencial de captura, luego de 3 meses de búsqueda infructuosa que permitió la repetición de un nuevo asalto a un banco, deja una clara lección y muchas interrogantes sin respuestas.
La lección, lo que tanto se ha dicho y repetido en sabio argot popular, que en este país los casos sólo resuelven cuando las autoridades encargadas tienen una real voluntad, interés y decisión.
A medida que avanzaban los meses, la comisión de nuevos asaltos, y en medio de la imposibilidad de ubicar a Percival, fruto quizás de ineficacia o desinterés, el presidente Danilo Medina tuvo que intervenir para romper con esa sospechosa inercia.
Es precisamente a partir de ese hecho en que surgen una serie de preguntas que mucha gente se hace y que induce, de forma inevitable, a un sinnúmero de especulaciones y conjeturas.
Por ejemplo, ¿por qué los organismos oficiales de investigación, con la Policía a la cabeza, no habían podido capturar a Percival y los demás integrantes de la banda que asaltaba bancos? ¿Por qué organismos que por su naturaleza y responsabilidad están llamados a preservar la seguridad y la lucha contra delincuentes tuvieron que esperar una orden del Ejecutivo para aunar esfuerzos de cooperación, mientras ocurrían más asaltos con un balance de víctimas, heridos y un consecuentemente ambiente de dolor e inseguridad generalizada?
No se supone que este debe un mecanismo de articulación rápida, fluida y eficaz cuando haya casos de envergadura en que está en juego, además de propiedades y valores, la seguridad de parroquianos que hacen diligencias en centros de negocios que operan en plazas comerciales.
Finalmente, y es bueno que el Gobierno y las autoridades tengan esto bien en claro: La intranquilidad generada por estos robos a mano armada solo podrá disiparse si se logra desarticular y sancionar a todo el entramado y la estructura que está detrás de estas bandas, en una labor de profunda profilaxis a cualquier nivel.