La columna de Miguel Guerrero
La virtual destrucción de los principales partidos opositores ha debilitado la democracia y dejado al gobierno sin interlocutor válido en la eventualidad de una oleada de protestas sociales. Para nadie es un secreto el inmenso pasivo social, con su secuela de pobreza y marginalidad, que arrastra la sociedad dominicana desde su misma fundación como República.
Un triste legado que continúa expresándose en reclamos callejeros en distintos puntos de la geografía nacional, con un creciente balance de pérdidas materiales, tanto de propiedad pública como privada.
En vista de esa realidad, es muy acertada y sensata la política de acercamiento auspiciada por el presidente Medina con los principales dirigentes de las fuerzas políticas más importantes, incluyendo a su aliado reformista, de capa caída, y especialmente con las facciones rivales dentro del partido Revolucionario Dominicano, el más votado en las últimas elecciones.
Su decisión de reunirse primero con quien fuera su rival en los comicios del año pasado, el expresidente Mejía, fue como quiera que se le mire certera, enviando un mensaje de reconciliación que deja atrás las políticas de confrontación que caracterizaron las difíciles relaciones entre su partido, el PLD, y el PRD, en el pasado reciente.
Cualquiera sea la intención del señor Medina, es obvio que la aproximación que estos contactos suponen podrían sepultar la mala voluntad generada por años de rencillas y alejamientos, mejorando el clima político.
Esto podría hacer posible, con un poco de buena voluntad, condiciones propicias para un ambiente más proclive al entendimiento que le abra paso a futuros acuerdos sobre temas fundamentales para la nación.
Pero sobre todo, la descongelación de las relaciones con el PRD abre la posibilidad de un interlocutor en el caso de confrontaciones sociales que escapen al control de la autoridad pública.
Recibe las últimas noticias en tu casilla de email