No pasa un día sin noticias de un asalto a un vecino o compañero de trabajo, o el robo con violencia de un vehículo propiedad de un familiar o amigo. La frecuencia con que ocurren estos hechos delictivos terminará generando una especie de pánico colectivo y una amarga sensación de impotencia en la población. Sensación esta que de continuar dañará el ánimo nacional y convertirá a un pueblo generalmente alegre y despreocupado en su pobreza, en un amasijo de gente asustada y temerosa de salir a la calle para hacer cuanto gusta y está acostumbrada a hacer.
Es preciso, pues, que la población asuma la responsabilidad que le corresponde en la lucha contra ese flagelo, respaldando las medidas que asuman las autoridades, antes de que el fenómeno nos arrope. Sería iluso creer que los ciudadanos puedan por sí solos encarar el desafío. Como tampoco sería sabio esperar que el gobierno pueda lograrlo sin el apoyo y la colaboración de los ciudadanos. Seamos realistas. Se trata de una acción conjunta, una conjugación de voluntades lo que hará posible combatir eficazmente el crimen que se adueña de calles y plazas.
Por eso debemos levantarnos y mostrar que no seguimos dispuestos a quedar a merced de los delincuentes dueños de nuestras ciudades. Hay que crear conciencia de esta realidad, por medio de campañas publicitarias, con empresas cediendo cuñas en los medios, haciendo del “paremos la violencia” una consigna o lema de sus marcas y productos. Evitemos que el miedo se convierta en aliado de delincuentes y criminales.
La lucha contra la delincuencia y la criminalidad es un compromiso nacional; una responsabilidad de todas las fuerzas que integran la sociedad dominicana: gobierno, oposición, empresarios, clubes y medios de comunicación. O aceptamos ese compromiso, deshaciéndonos de los prejuicios, o aceptemos la idea de seguir viviendo en ciudades inseguras. Pero hagámoslo ahora.