Todo conocemos a Vladimir Putin, el invasor, el ultraconservador, el intocable, el que elimina oponentes ante los ojos del mundo, el mismo que tiene en curso una orden de aprehensión de la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra contra Ucrania, pero también conocemos de sus secuaces que dan la cara y tratan de lavar las manos al hombre fuerte de Rusia, el más desatacado de ellos lo es su canciller Serguéi Lavrov que viene a nuestro país este día 30.
La visita de Lavrov es una vergüenza, como también lo es el hecho de que nuestra política exterior (fuera del tema haitiano), siga bailando al ritmo de lo que imponen los más grandes, en nuestro caso Estados Unidos, pero no debe de extrañarnos, pues el país ya se abstuvo el pasado 24 de febrero de votar a favor de condenar la invasión rusa a Ucrania y poner fin al conflicto.
No podemos prestarnos para ser parte del “blanqueamiento” de una figura como Putin; es cierto que somos un país pequeño, pero no significa que no tengamos entereza, que estemos del lado correcto y que no podamos alzar la voz, en fin diplomáticamente no debemos tener complejos.
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