Quizás quien ideó que cien funcionarios firmaran y publicaran un “compromiso ético por la transparencia, la buena administración y contra la corrupción” no se percató de cuán risible y burdo lució ese acto propagandístico. Porque, ¿acaso los elegidos o designados no redoblan la expectativa de cumplir sus obligaciones legales, éticas y morales al aceptar sus responsabilidades? Actuar “apegados a la integridad y la ética, desde la transparencia, con imparcialidad y eficiencia”, son exigencias de todo cargo público, cuyo cumplimiento es lo menos que se espera. Esta mármara mediática es preocupante. Sugiere que el Gobierno sabe que ha aumentado la percepción de corrupción o indelicadezas, grave contraste con la prédica del cambio que llevó al PRM al poder. Uno de diez enunciados de la proclama ofrece prevenir la corrupción cumpliendo las normas de compras públicas. Pero, ¿no funcionan hace años? He escuchado a amigos muy sagaces preocuparse por lo que estiman “perredeización” de Gobierno. No lleva un mes de iniciado y parece alucinante que los mayores lisios se los estén causando las propias autoridades. ¿Qué es y por qué este cambio del cambio? Así como el mar tiene fondo, la buena voluntad del electorado no es infinita o inmutable ni es un cheque en blanco.