Uno de mis lectores favoritos

GuerreroHay gente fanática que no tolera  ideas distintas a las suyas. Pero si los periodistas tenemos el derecho a ejercer la crítica sin temor a represalias, no podemos negarles a los demás ese derecho. En mi caso había un lector que decía llamarse Radhamés, sin apellidos, que me regalaba soberbios correos electrónicos a una dirección del diario que me hacían llegar  desde allí para mi profundo deleite. Era un apasionado de la revolución cubana y un enamorado de  Chávez. Sus modales eran los de un auténtico y típico entusiasta de esos dos procesos. En el fondo el tipo no me desagradaba aunque sus mensajes críticos de mis columnas, especialmente cuando me refería a Castro y al coronel, solían tener un tono amenazante.

El último de esos mensajes demostraba la pasión del tipo.  Su tremenda habilidad para asociar cualquier tema que uno abordara con los objetos de su fascinación.  Se quejaba que el término evacuar, que utilicé en una columna sobre la justicia, era de uso correcto en el léxico jurídico, por lo que debía suponer que el tío, como dicen los españoles, es o era también  abogado. Y en uno de sus más caritativos comentarios agregaba lo siguiente (le cito): “Tan correcto como cuando se dice que usted (se refiere a mi) evacua sus fétidos artículos contra la limpia hoja política e histórica de las revoluciones cubana y venezolana y sus líderes”, y sigue con otros encantos que no me atrevo a reproducir en beneficio suyo.

En justicia, admito que  Radhamés,  probablemente es un seudónimo, mejoraba sus modales. En comparación con algunos correos anteriores, ese último era un  verdadero encanto. Por razones que desconozco el hombre dejó de escribirme. Sus expresiones eran las típicas de la izquierda extrema hace treinta años. Como nunca me reveló su identidad ignoro si era cubano o venezolano, pero el tipo se las traía. En verdad, me tenía ganas. Y no sé si llegó a saber que era uno de mis lectores favoritos.