Lástima que aquí no haya generado un debate mediático ardiente la importante decisión de Hollywood de advertir sobre la violencia en sus producciones y de reorganizar sus horarios de transmisión, tras la masacre de niños y profesoras, el viernes 14 de diciembre, en una escuela de Newtown, Connecticut. El tema se esfumó como un rumor por debajo de la mesa, pese a que nos toca y somos como los monos, sobre todo cuando se trata de lo “madeín-usa”.
Mientras nos solazamos con la banalización y farandulización de la riquísima cultura maya y esporádicos lamentos seguidos a la publicación de algunas historias periodísticas como cumplido de las rutinas de la profesión, la meca del cine comercial ha adoptado controles que –espero– trasciendan en esta ocasión tan triste, el viejo ritual de allantar cuando ocurren asesinatos en masa como el citado. Más ahora que el presidente Barack Obama ha planteado la urgencia de controlar la venta y uso de armas de fuego, a contracorriente de la Asociación Nacional del Rifle.
Vean lo que ha publicado la poderosa agencia estadounidense Associated Press (AP), o Prensa Asociada:
“La matanza del viernes (14 de diciembre) en una escuela en Connecticut obligó a que Hollywood emitiera advertencias antes de la difusión de programas violentos en la TV, modificara las fechas de transmisión de otros y presentara sobrios reportes especiales en el horario matutino, normalmente más enfocado en la diversión…
El negocio del espectáculo debió responder así a la conmoción que causó en el país la muerte de 27 personas, en su mayoría niños, durante el ataque a tiros perpetrado en Newtown, Connecticut, por un sujeto que después se suicidó…
Este domingo, antes de los programas que marcaron el final de temporada de “Homeland”, un “thriller”, y de Dexter, una serie sobre un multiasesino, se difundieron advertencias a los televidentes, acerca del contenido…
“Ante la tragedia que ha ocurrido en Connecticut, el siguiente programa contiene imágenes que pueden ser molestas para algunos”, señaló el mensaje antes de ambas emisiones…”
Algo es algo, decimos por estas tierras. Porque no sé cuánto han aportado muchas de las producciones de Hollywood a la violencia que sufre el mundo. Pero está fuera de dudas de que son impactantes escuelas de violencia y de metodologías cada vez más sofisticadas de cómo asesinar humanos y salir airoso. Y que sus enseñanzas las vemos cada minuto en las calles de nuestros pueblos.
Estamos ante una aceptación pública inusual por parte de los verdaderos emisores (el poder) de que los contenidos mediáticos perniciosos impactan negativamente en los públicos y que, por tanto, requieren controles por parte de la autoridad. Y eso deberíamos aprovecharlo porque no se ve todos los días.
En República Dominicana sufrimos una espiral creciente de violencia social a tono con una “cualquierización” en los medios de información que urge de una mirada seria de la autoridad, si no funciona la autorregulación privada. El desorden es grande y el perjudicado es el pueblo.
La televisión y la radio, salvo excepciones, constituyen un manojo de basura, ruidos, insultos, calumnias, manipulaciones y chantajes. Estos medios semejan un mercado persa. Cualquier Juan de los Palotes solo con vocación para “la búsqueda” y con el pago de las mensualidades, arrienda un espacio en un santiamén y comienza a vocear sin freno lo que se le ocurra. Y de inmediato se denomina comunicador con el argumento simplón de que todos los humanos comunican y por tanto tienen derecho a apropiarse de un ejercicio profesional ajeno. Y lo peor: es respaldado por políticos y empresarios ignorantes que ni capacidad tienen para advertir que son cómplices de una conspiración contra la sociedad y que su apoyo, en principio celebrado, luego se convertirá en un bumerán. Imagine usted si un narco y un político adinerado, o enviados por ellos, lograrían un arrendamiento en CNN, CBS, ABC, FOX, BBC, DW…
Estados Unidos, Inglaterra y Alemania son países con una gran libertad de prensa y de expresión y difusión del pensamiento. Bien. Pero su amplitud no llega hasta un paroxismo que ponga en juego su propia existencia. Allí hay reglas y hay que cumplirlas. Si fuera solo por dinero, California, por ejemplo, al estar preñada de hispanos tendría infinitas emisoras y canales de televisión en español; tantas como se le ocurriera a un osado con muchos dólares.
La niñez y la juventud dominicanas reciben en sus casas, durante 24 horas, por la TV y la radio, las mejores lecciones de cómo robar y matar; ser ingrato y desleal; beber alcohol y consumir las drogas prohibidas; dar un “tumbe”, ser machista, feminista y racista; amar los carros de lujo y despreciar a los pobres; preferir la música desafinada y con textos retorcidos sobre el amor y el odio, y gritar en vez de dialogar; formar organizaciones criminales y sobornar a la autoridad… Muchos de los atracos y asesinatos en las calles son calcos de lo que se ve a diario en los medios.
El carro va sin freno. Se han perdido los estribos.
Los dueños de medios de difusión deben entender que sus empresas no son ventorrillos para vender batatas. Son negocios para ganar dinero, sí, pero con la responsabilidad social de informar con veracidad, entretener, promover nuestros valores y la cultura, construir ciudadanía.
Utopías en Navidad
En medio del jolgorio que destapan las fiestas de fin de año, algunos deseos me martillan, y los expongo para su consideración a manera de propuestas:
–Que se levante un movimiento social tan grande y sostenido como el del 4% por ciento del PIB para la educación pre-universitaria, en contra del desastre en el tránsito vehicular y peatonal en República Dominicana.
En principio todos los días, y luego una o dos veces al mes, nos apostaríamos en las esquinas de las ciudades para abuchear y sacar la lengua a los chóferes del transporte público de pasajeros y conductores privados que anden zigzagueando y violando la ley de tránsito…
Y agarrar por las orejas a transeúntes holgazanes e inconscientes que evadan los cruces peatonales y las franjas blancas dispuestas para ellos y se desplacen en cualquier dirección para acortar distancia. O por lo menos obligarlos a que cumplan con las normas.
Mejor si nos acompañamos de muñecos, bien grandes y coloridos, para que la vergüenza sea mayor.
–Que armemos un ejército de paz por barrio, por residencial y por cada avenida para descubrir a los delincuentes callejeros y de saco y corbata de todos los colores, incluidos los “independientes”, a sabiendas de que estos últimos prohíjan a los primeros y hasta matan más. Solo que la sociedad los tipifica como serios.
–Que formemos un gran frente contra los sucios de todas las clases sociales que llenan con basura las calles de sus vecindarios y las avenidas y carreteras.
–Que elaboremos un álbum de la corrupción que abarque desde Trujillo hasta Danilo Medina, pasando por Bosch, Caamaño, el Triunvirato, Balaguer, Guzmán, Majluta, Jorge Blanco, Hipólito Mejía y Leonel Fernández. Que se imprima fotografías de todos los personajes de la política, el empresariado, las iglesias y demás sectores sociales matrimoniados con el robo del erario o la perversión de la sociedad, para ser presentadas durante un acto multitudinario en el Estadio Olímpico.
Con eso me conformaría por ahora. Ah, serían innecesarios los 99 mil 600 millones de pesos consignados para educación en el Presupuesto y Ley de Gastos Públicos del 2013, porque no es condición sine qua non ser un escolarizado para exhibir aunque sea 4% de educación doméstica y ciudadana. Bastaría una buena dosis de responsabilidad, buena voluntad y sinergias. Si hay dudas sobre las probabilidades de este atrevimiento, preguntémosles a nuestros viejos y nuestras viejas, si no lo hacían bien pese a ser víctimas de la exclusión social.
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