Como una impertinencia es lo menos que puedo considerar el gasto estipulado de 89,5 millones de dólares (3,400 MM de pesos dominicanos) para las elecciones presidenciales del 20 de mayo.
La Junta Central Electoral (JCE) ha informado que repartirá 36,8 MM de esos dólares sacados de los impuestos que pagamos (casi 1,400 MM de pesos) entre los 27 partidos que ella ha reconocido.
Unos 29 MM (1,100) serán divididos salomónicamente entre los partidos Revolucionario Dominicano (PRD), de la Liberación Dominicana (PLD) y Reformista Social Cristiano (PRSC). Y 7,3 MM de dólares (277 millones de pesos), distribuidos en partes iguales entre los partidos que obtuvieron el 5 por ciento de los votos y los que obtuvieron menos de ese porcentaje en el proceso de 2008.
Demasiado dinero si miramos los niveles de pobreza y la gran deuda social acumulada por los siglos de los siglos.
Me dirán que el sistema que “vivimos” es la panacea de estos tiempos porque lo otro ha claudicado, y que todo lo bueno cuesta mucho. Lo entendería perfectamente si no viera a diario tantas incongruencias bochornosas, hijas legítimas de la planificación centralizada, la falta de institucionalidad y el clientelismo que el mismo ha instaurado.
El territorio nacional está plagado de necesidades sociales que se resolverían con dos o tres pesos.
No hay día sin que una persona visite una estación de radio o televisión a rogar, entre llantos, que algún ser humano se digne en donarle el dinerito para una cirugía de emergencia o para comprar los medicamentos de un pariente enfermo. O para sacar un familiar de alta en una clínica, pero secuestrado por no poder pagar la longaniza de factura que le presentan. O para comprar una aspirina en un hospital público ahogado por la demanda de servicios.
No hay día sin que en cualquier avenida un pordiosero pida una ayuda o un niño quiera limpiar un cristal de un vehículo en un crucero, solo para que le regalen uno o dos míseros pesos. Ni hay día que no ande un loco andrajoso haciendo de malabarista sobre los muros New Jersey o por los túneles y puentes…
No hay carretera ni avenida ni calle que no esté bautizada con hoyos peligrosos que se taparían con unos cuantos centavos de asfalto. Ni elevado que no luzca abandonado. Ni barrio que esté dotado de eficiente servicio de agua potable, desagüe pluvial y alumbrado público….
Con 89,5 millones de dólares se haría un nuevo Pedernales (aunque sea un Nueva York chiquitico, a lo Leonel; o un “joyo”, a lo Hipólito). U otra Elías Piña o Independencia o Dajabón o Montecristi. O se terminaría el puente de “La vuelta del caimán”, entre Enriquillo y Pedernales, destruido por el ciclón Georges del 22 de septiembre de 1998. Bueno, si no es así, por lo menos se comenzaría a construir una nueva frontera.
Los 3,400 millones que la JCE gasta en este proceso electoral no serán mucho dinero para los potentados. Pero sí para los pobres e indigentes que ahogan sus penas con un pan al día.
Extraña sin embargo que, en medio de la crisis económica mundial, la JCE, como los partidos políticos beneficiarios (derecha, centro e izquierda), no exhiban ni una señal de austeridad, anunciando que dispondrán todo ese dinero o parte de él, para ayudar al bienestar de las comunidades empobrecidas. Y extraña que se escuchen pocos opinantes públicos agitando en esa dirección, pese a la beligerancia y al desenfreno que les caracteriza en otros temas inducidos por la pasión política de la coyuntura. ¿Será porque es una piñata de gran diámetro?
Así como funciona, y negada a cambiar para bien, la democracia nuestra es un fraude mayúsculo, aunque yo prefiera considerarla impertinente.
tonypedernales@yahoo.com.ar