Salcedo, capital de la provincia Hermanas Mirabal, en el nordeste del país, cabe en un puño (432.96 kilómetros cuadrados). Pero conserva una hermosa y larga historia de rebeldía social y política que pueblos grandes desearían (Movimiento 14 de Junio, sacrificio de las Mirabal). Nada de anarquía.
Anarquía es lo que hace un tiempo se ha aposentado allí con disfraz de indocilidad social y política para sembrar incertidumbre y miedo por los cuatro costados y así abrir las compuertas a los vicios, la delincuencia y la inseguridad, tres pilares que benefician a algunos, pero no congenian con turismo, inversiones y desarrollo.
Siempre me he preguntado cómo un pueblo aún joven (1952), distante 155 kilómetros de la capital dominicana, con cuatro o cinco calles, con poco menos de 50 mil habitantes, sin selvas, de súbito es convertido por grupos indolentes en una especie de territorio libre de la República; una selvita con un gobierno dirigido por bandoleros a quienes la sangre humana les sabe a barquilla y a gloria, y lo menos que hacen es armarse hasta los dientes e improvisar peajes para que ciudadanos y ciudadanos presas del temor subsidien las municiones, tal vez, de su propia muerte o de sus familiares y amigos.
No hallo otra respuesta que no sea desafío a la autoridad blandengue, falta de empoderamiento y coordinación del liderazgo local y nacional, oportunismo político de grandes y chiquitos, de derecha e izquierda, del oficialismo y de la oposición; e indiferencia ciudadana y empresarial, cuando no complicidad económica.
Y esa es la peor corona que le pueden poner en la cabeza a Salcedo, donde las protestas sociales cobraron “18 vidas desde 1963 hasta 2006” y más atraso social.
Cada vez más gente cree que a este terruño del Cibao oriental “usted entra si quiere y sale si puede” (Perdón Nagua). Y esa percepción no viene por hermosas playas, pues carece de ellas; ni por la hospitalidad conocida de su gente; ni por el museo Hermanas Mirabal, memoria de lucha antitrujillista; ni por sus tierras ubérrimas. Es por la forma repentina como explotan los conflictos en cualquier lugar, con bloqueo de entradas y salidas del municipio incluido en el desagradable paquete.
El peor homenaje al héroe de la Batalla de Beller, Francisco Antonio Salcedo (Tito), cuyo apellido eterniza esta comunidad, es permitir el predominio del desorden y la mala fama de pueblo inseguro, con paz marchitada y postulante a un amasijo de ruinas solo útiles para negocios turbios y orgías animadas con crack y cocaína.
El senador Luís René Canaan Rojas, el ministro de Salud Pública, Bautista Rojas Gómez y el ex Vicepresidente Jaime David Fernández, entre otros nativos, están obligados a asumir la responsabilidad de integrar a todos los sectores en una jornada que no termine hasta que retorne la tranquilidad y la credibilidad de su pueblo. No habrá perdón de la sociedad si no actúan con celeridad.
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