Son entendibles las dudas sobre el rol de la comisión mediadora del grave conflicto surgido en Salcedo tras la muerte a tiros de Héctor Ramón Medina López durante un confuso incidente, la noche del 12 de mayo, víspera de las elecciones presidenciales; hecho precedido por una serie de atentados a políticos en campaña en el municipio nordestano.
Un mes después de tal suceso, en protesta por la falta de aclaración del deceso y reivindicaciones sociales, el Frente Amplio de Lucha Popular y el opositor Partido Revolucionario Dominicano (PRD) escenificaron, por tres días, protestas violentas con un saldo de tres personas fallecidas y al menos una docena de heridos a causa de tiros.
Una comisión fue creada el 15 de junio, y tuvo un gran acierto de entrada, pero olvidado adrede por el oportunismo político y económico vernáculo: gestionar el cese de la protesta sangrienta, que ya era un clamor nacional, y comenzar a buscar soluciones a las demandas sociales, sin contar el comedor económico cerca del suburbio El Matadero; la dotación de personal y equipos al cuartel y la ampliación de la comisión investigadora del Ministerio Público.
Invaluable la inversión de tiempo y las buenas intenciones de ese organismo presidido por el párroco Robinson Mejía e integrado por representantes Colegio de Periodistas, Colegio Médico, Asociación de Comerciantes, la gobernación, Ministerio Público e Interior y Policía y uno de la sociedad civil que hace de vocero. Pero dos meses y medio después del primer muerto, el Ministerio Público, a través de su representación, no han instrumentado expediente alguno. Se alega carencia de testimonios y no sé cuántas cosas más. Y eso llama mucho la atención toda vez que el FALPO y el PRD, conforme sus discursos mediáticos harto acusatorios, hace rato que hubieron de convertirse en parte civil con las evidencias que dicen poseer en las manos. O ser conminados por la autoridad para presentar las pruebas. Ni tan difícil seria si autoridad y oposición coordinaran acciones judiciales, con pruebas, sin espectáculos de mal gusto.
De cara al país, la comisión mediadora carga sin embargo con la irresponsabilidad de funcionarios oficialistas, que se pasan de parsimoniosos con el caso. Pero también de la oposición que juega más al show mediático. Es que es más fácil aprovecharse de la ignorancia de los pendejos, apelando a viejos estereotipos para derivar culpas y aniquilar moralmente a quienes de buena intención accedieron a mediar.
Hace décadas que el concepto comisión está desacreditado en República Dominicana. Es tan mala su fama que mucha gente, de entrada, echa rayos y centellas, sin reparar en historial ni intencionalidades de los integrantes, cuando la autoridad dispone la creación de una.
Predomina el estereotipo de que son organismos natimuertos, integrados solo para apaciguar ánimos enardecidos y sembrar olvidos en la población.
Y no es para menos.
Me contó un funcionario del Ministerio Público del gobierno perredeísta presidido por Antonio Guzmán (1978-1982) que fue comisionado para viajar al municipio Pedernales a investigar una denuncia del gobernador Ruperto Vólquez Medrano acerca de un fuerte contrabando de azúcar y otros productos a través de la frontera dominico-haitiana. Y me confesó que había ido con la encomienda de desmentir la delación del ejecutivo aunque fuese cierta. Cuando le pregunté sobre esa maldad a un hombre considerado muy serio en la comunidad, solo me susurró que “se trataba de una decisión política”. Parte de los pedernalenses cree que la muerte súbita del gobernador fue la consecuencia inmediata de la vergüenza sufrida por el desmentido público que le hizo su gobierno.
Las decisiones políticas descabelladas como la citada son comunes; más no son exclusivas de los partidos de derecha ni del poder establecido. Abarcan a la izquierda y pueden adquirir matiz violento conforme su radicalismo. A menudo se decide en la cúpula de acuerdo a posiciones políticas, las cuales no coinciden necesariamente con la verdad ni con los intereses del pueblo.
Salcedo tal vez se mueva en esa tensión. Y mientras siga así, bajo la sombra de la irresponsabilidad, solo veremos más pobreza, más falta de educación, más problemas de salud, más drogas, más alcohol, más francachela, más delincuencia, más violencia, más inseguridad, enriquecimiento de unos cuantos vivos… y un pueblo insufrible.
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