VAIL, Colorado.- No ha nevado como en otros años pero aun así esta temporada de esquís ha sido una de las más activas y desafiantes, con unas pistas heladas que incrementan los riesgos y un clima variable que te pone a sudar la gota gorda dentro del vestuario que usas para el deporte y que al otro día le da por congelar los huesos.
El pico de la temporada recibe a un público de ambos lados del Atlántico, que se divide a su vez en dos grandes grupos, el de las navidades y el del año nuevo. El primero se integra mayoritariamente con estadounidenses, canadienses y europeos, y el segundo, que arriba a partir del 2 de enero, lo componen en mayoría venezolanos, mexicanos, dominicanos y puertorriqueños, que hacen provecho de una reducción en las tarifas de los hoteles y de los servicios que se usan para el esquiaje.
Aunque se proyecta la imagen de una actividad dirigida a un público adinerado, la inmensa mayoría de los que practican el esquí son gente de clase media, que ahorran durante todo el año para consentirse esa posibilidad.
En el caso del público dominicano, ciertamente las familias de más dilatadas tradición en la prácticas del esquiaje corresponden a los segmentos sociales más acaudalados, pero a estos se han sumado muchas familias de profesionales de distintas ramas, comerciantes, empresarios, artistas y personalidades de la vida pública, que han tomado este periodo como uno irrepetible durante el año para la integración familiar.
En las mañanas niños y adultos se colocan la vestimenta especializada para la actividad, se ponen las botas y los esquís y marchan hacia las góndolas que suben hacia las montañas, donde el día se va sin que se perciba, al regreso con un cansancio atroz, cada quien con su pesada cruz a cuesta, porque las botas son una tortura y los esquís sobre el hombro, hacen que la ruta de regreso a las cabañas remeden el sacrificio propiciatorio del hijo del Altísimo.
Con el despojo de las botas llega la hora de la liberación y arranca la cocinadera que hace que los apartamentos ocupados por dominicanos puedan identificarse por el aroma de los escabeches, y como la mayoría viajan sin las trabajadoras domesticas, todo el mundo hace su aporte en la preparación de la comida.
La competición social está presente en todas las actividades y aquí la gente de mayor poder económico quiere dejar claramente su estampa reflejada en la calidad del vestuario que usa para esquiar, pero además los restaurantes se transforman en pasarelas de moda donde muchas damas aprovechan para lucir los finos abrigos, bolsos y botas de piel que el clima dominicano no propicia usar, pero cada quien hace lo que su santa voluntad, el que viene en mor de disfrutar, de compartir con amigos y la familia, puede pasarla de maravillas, aunque su presupuesto sea limitado.
Hay 76 restaurantes con menciones en publicaciones especializadas en todo el mundo, pero entre ellos, si usted sabe escoger, encuentra varios donde puede ir a cenar con la familia, gastando lo mismo que si fuera a un buen restaurante de Santo Domingo, pero además aparecen unos vinos californianos sin fama pero de mucha honestidad, que encantan los sentidos sin acribillar el bolsillo, incluso los restaurantes que generan los mejores comentarios no son precisamente los más caros: La Tour Restaurant, Terra Bistro, La Bottega y Red Lion, con un ambiente de bar muy agradable.
¡Y pensar que pronto, vuelvo a mi realidad…!