Los archivos norteamericanos con los cables y memorándums confidenciales sobre lo que aconteció en Santo Domingo los días 24 y 25 de septiembre de 1963, cuando Juan Bosch fue derrocado, se mantuvieron en secreto durante muchos años. Cuando en 1993 publiqué el libro Kennedy y Bosch, no pude incluir ese material por no estar aún disponible al investigador. Sería tan solo el año pasado cuando publiqué esos textos como un Addendum al antes citado libro, el cual reimprimí por estar agotado.
Pero a medida que leía esas nuevas informaciones me decía a mí mismo: “¡Pero yo ya he leído esto antes!”. Es ahora cuando comparo lo que publicó Rafael Molina Morillo en la revista Ahora, apenas dos meses después del golpe, con los textos americanos y noto cómo coinciden muchísimo. Y es que “Rafaelito”, como le decíamos sus amigos, realizó una extraordinaria labor de investigación con tres figuras claves y pudo contar casi lo mismo que reportaría el embajador norteamericano John Bartlow Martin, quien estuvo en el Palacio Nacional desde las seis de la mañana del día 25, conversando con militares y con Bosch, y quien ya había estado con el presidente la tarde del 24.
Las coincidencias abundan, entre ellas:
La actuación de los militares fue extremamente torpe. Si hubiesen dejado a Bosch comparecer ante las cámaras para allí renunciar, no hubiese devenido en el mártir en que fue convertido al ser derrocado como presidente. El movimiento constitucionalista no hubiese surgido y tampoco se hubiese dado una guerra civil donde, precisamente, las fuerzas de Wessin fueron humilladas.
La documentación norteamericana también evidencia que el Pentágono había ordenado a los agregados militares en Santo Domingo advertir a los militares dominicanos contra un golpe y que las empresas privadas americanas tampoco lo estimularon.
Los responsables de ese trágico derrocamiento fueron militares, empresarios, políticos y religiosos dominicanos, ofuscados por el “síndrome de una segunda Cuba”. Trujillo desapareció seis semanas después de la fracasada invasión de Playa Girón y Bosch fue electo menos de dos meses después de la crisis de los misiles. La guerra fría, iniciada en 1947, se había concentrado en el Caribe. Si Trujillo hubiese sido ajusticiado en 1948 y Bosch hubiese ganado las elecciones en 1950, es decir antes del temor norteamericano por el comunismo en la Guatemala de Arbenz y antes del ascenso al poder de Fidel Castro, ese “síndrome” no hubiese existido y la transición desde una cruel y muy larga dictadura hacia la democracia hubiese sido más feliz, sin golpes de Estado, guerras civiles, intervenciones militares norteamericanas y la dictablanda de Balaguer.
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