Por Víctor Bautista
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Crea héroes, prototipos y villanos. Tiene beneficiarios y perjudicados. Ganadores y perdedores. Ella es como una barca con un vaivén que a todos nos zarandea inevitablemente, influye en nuestros destinos, condiciona los caminos. Es el telón de fondo de la vida y de la muerte.
La política debería ser, en ese sentido, un ejercicio para gente muy responsable, sobre todo cuando ofrece la oportunidad de detentar el poder, porque es ahí cuando sus actores tienen las características de deidades que deciden el destino de los demás.
Pero, posee también la política algo de Saturno, que se come a sus propios hijos. Otorga el perdón o estimula la condena y lo hace en función de su conveniencia.
Esta cavilación vino a mí justamente cuando las redes sociales me informaban la caída de Hivanjoe Ng Cortiñas de la Contraloría General de la República. Un derribo selectivo por cuanto él, la víctima, no detentó la primera ni la última pensión tildada de grosera por la opinión pública.
Un organismo estatal que le dio el sí al plan de retiro, hecho a la medida del ex funcionario, es el mismo que, después de ser cómplice, se pone la ropa de regulador para condenarlo.
Otra instancia superior, que ya cuece en salsa la rehogada pensión que dará a sus miembros por ocho años de servicios, también validó el privilegio que hizo rodar la cabeza de Hivanjoe. Y se acoje al silencio, mira para otro lado, porque el golpe que prepara contra los fondos públicos es tan o más deleznable que aquel convertido en el handicap del ex Superintendente de Bancos.
Este domingo, el Poder Ejecutivo emitió el decreto 616-12 que suspende todo aporte de dinero público para fondos de pensiones complementarios. Buena señal. Veremos qué pasará con los portentosos retiros que algunos funcionarios tienen diseñados y que rogaron su permanencia en el Gobierno para “cuadrar” tiempo y monto.
