Voces fuertes…

Como católico y periodista, la serendipia que fue ese saludo tuvo para mi un inolvidable significado particular…

Entre las muchas primacías religiosas de Santo Domingo están las tres visitas del Santo Padre polaco, Karl Josef Wojtyla, durante su papado de 1978 a 2005. Como reportero, cubrí para The New York Times y El Caribe su llegada, en su primer viaje como Papa, y presencié el susto enorme cuando en el aeropuerto se tiró inesperadamente para besar el suelo dominicano, cuna de la evangelización de las Américas. Ayer martes, fecha que la Iglesia dedica al canonizado santo Juan Pablo II Papa, recordé las varias veces que tuve el privilegio de recibir su bendición y saludarlo. Tras una misa que ofició en el antiguo hipódromo, donde está hoy la Plaza de la Salud, nos miramos a los ojos y cuando apretó mis manos sentí algo inexplicable. Su silla al oficiar esa Eucaristía era de mi familia, un regalo de Joaquín Balaguer, acondicionada y tapizada por el arquitecto César Iván Feris, con el escudo pontificio pintado por Glauco Castellanos en una tela blanca traída de Roma. En otra visita, mientras realizaba una caminata vespertina encontré un grupo de amigos que le ofrecía una serenata desde la calle en la Nunciatura. Me uní y canté y cuando salió sonreído al balcón nos dijo “¡Gracias! ¡Tenéis voces fuertes!”. Como católico y periodista, la serendipia que fue ese saludo tuvo para mi un inolvidable significado particular…