SANTO DOMINGO, República Dominicana. – Por muchos hechos y situaciones que no logran tener explicaciones claras y convincentes, el país en que vivimos parece en ocasiones reducido a una visión caricaturesca.
Una muestra de este insólito fenómeno es el revuelo que, a solo días de las primarias, se ha armado en torno al voto automatizado que por primera vez la Junta Central Electoral aplicará en el país.
Esos equipos, publicitados por la Junta como un exponente de tecnología de punta, segura y confiable para procesos electorales que permitirían dar resultados rápidos, están siendo ahora cuestionados.
Los partidos, agrupaciones y movimientos políticos tienen todo el derecho del mundo a expresar sus inquietudes y a pedir explicaciones para que se despejen dudas y tengamos procesos transparentes que sean el resultado de la voluntad popular.
Pero es válido preguntar, por qué esas inquietudes no fueron hechas en su momento y con la debida anticipación, ya que la Junta hizo demostraciones a todos los partidos para que comprobaran la forma en que operaban.
Si se hubiera determinado que esos equipos no eran confiables o necesarios, y que en cambio lo ideal y creíble era el viejo método del control manual, podríamos habernos ahorrado muchos recursos y en su lugar utilizarlos para la salud, la situación hospitalaria, la seguridad ciudadana y el mejoramiento de los servicios públicos como el agua y la electricidad.
SIN no está ni a favor ni en contra del voto automatizado, sino en contra de la irracionalidad y el absurdo, 2 retrancas que nos impiden avanzar hacia la modernidad y el logro de un Estado funcional donde la institucionalidad sea más que una palabra.