Por los años que uno lleva viendo ir y venir los acontecimientos, analizándolos y estableciendo posiciones, muchas personas te imaginan una capacidad predictiva que en esta coyuntura no quiero arriesgarme a manejar con certidumbre.
Por eso la respuesta que tengo a flor de labios cada vez que me preguntan por dónde se inclinará la determinación de los electores en la contienda del 2020, es “no sé”.
Lo que era un hecho más o menos predecible dejó de serlo: que un presidente popular y con la mejor valoración de político alguno, accedería a propiciar una nueva reforma electoral para optar por un tercer período. La decisión era ruidosa pero materializable y en términos históricos siempre que un presidente de turno se había trazado ese propósito lo había alcanzado, sobre cualquier obstáculo.
El actual entendió que aún pudiendo conseguir los votos necesarios para la reforma, carecería de legitimidad política, por lo que descartó la idea, provocando una barradura de cartones en el tablero electoral, porque sin esa figura participando directamente en la boleta se esfumaban las posibilidades de definición en primera vuelta y las elecciones con dos rondas se convierten en una nebulosa en la que nadie puede asegurar absolutamente nada.
Desde luego que las encuestas sugerían claramente que sin Danilo Medina compitiendo por la candidatura presidencial del PLD, ese abanderamiento recaería en las manos de Leonel Fernández, pero en política lo que parece predeterminado no siempre se materializa.
En estos momentos, para decirlo de la manera más objetiva, hay alta posibilidades de que Leonel Fernández resulte vencido en las primarias del Partido de la Liberación Dominicana, que no sólo escogen a un candidato presidencial sino a los candidatos a todas las posiciones electivas, de manera que a los votos que los precandidatos presidenciales sean capaces de acarrear por ellos mismos hay que añadir la capacidad de acarreo de todas las otras candidaturas, y en esa parte el sector danilista aventaja, porque el presidente no lleva sólo el propósito, como Leonel, de ganar para su sector la presidencia de la República, sino también que busca mayoría congresual y la mayoría de las alcaldías.
Por cada leonelista candidato buscando votos hay tres danilistas acarreando para ellos y para su precandidato presidencial, factor al que se añade la mayoría de una maquinaria partidaria y el peso electoral connatural al gobierno.
Pero tampoco ese es un hecho que se puede dar por consumado, porque hay ejemplos de políticos, como ocurrió con el regreso de Carlos Andrés Pérez para un nuevo mandato, que derrotó a la maquinaria de su partido y al gobierno juntos, pero empujado por la ciega ilusión que tenían los venezolanos de regresar a la Venezuela saudita, y rápidamente esas expectativas se tradujeron en frustración.
El caso es que en estos momentos se le puede poner el nombre que se prefiera a la candidatura del PLD, y no hay definición en primera vuelta y se puede hacer lo propio con el PRM, donde ni siquiera el aspirante puntero tiene posibilidades de ganar las elecciones en primera vuelta.
Las fisuras que aguardan a esos partidos tras los resultados de sus primarias abonan un proyecto de tercera vía que pudiera encabezar el alcalde del Distrito Nacional, David Collado, que en el peor escenario, que sería un tercer lugar, se convierte en la fuerza decisoria en una segunda vuelta, o que en mejor escenario pudiera avanzar a segundo… ¿y quién sabe?