Regularmente, al emprender la tarea de criar a un niño lo hacemos sin ningún tipo de entrenamiento, nadie nos dice cómo hacerlo.
En estos casos solemos echar mano de lo que tenemos, que es la experiencia vivida en nuestra familia de origen. Esto nos puede servir, muchas veces para repetir el patrón (nos es fácil repetir lo que conocemos) y otras para hacer justo lo contrario, como una forma de evitar resentimientos o sufrimientos propios.
A lo anterior se une la información de otros padres con dificultades parecidas, pero igualmente desorientados; a los datos obtenidos en los medios de comunicación y lecturas que regularmente se reducen a recetas contradictorias. Pero como “cada caso es un caso” no suele ser mucha la ayuda que recibimos.
Nos involucramos entonces con pocos instrumentos a la más ardua y comprometedora tarea de formar personas dignas y felices.
Sin darnos cuenta, y con la intención de bien educarlos, incurrimos en errores, por falta de conocimiento, con los seres más amados: nuestros niños y niñas.
Hay formas menos visibles de abusar que muchas veces se nos escapan, pues no golpeamos físicamente sus cuerpos ni tenemos una expresión verbal grosera, pero sí atropellamos sus capacidades y las posibilidades de ser autosuficientes, responsables y seguros de sí mismos.
He aquí algunos ejemplos que pudieran servirnos de revisión y reflexión de lo que no se debe hacer:
Permitirles que opinen y participen en temas y conflictos de los adultos.
No quitarles el biberón cuando ya son capaces de alimentarse de otra forma.
No entrenarlos en el control de los esfínteres, pues es más cómodo para los padres, dejarlos con el pañal.
No asumir el rol regulador que nos toca, convirtiéndonos en muy permisivos, promoviendo vivencias o concesiones para las que todavía no están listos.
Seguirlos bañando, vistiendo, determinando todo lo que hacen, eligiendo y tomando sus decisiones cuando ya ellos son capaces de hacerlo solos.
Aceptar que duerman en la habitación de los padres por cualquier razón planteada por el niño o la niña.
Exponerlos a situaciones confusas, por falta de acuerdos entre los padres en asuntos básicos como disciplina, reglas y límites.
Dejarlos solos en la casa antes de que estén listos para esto y además a cargo de los hermanitos o haciéndolos responsables de lo que ocurra.
Querer solucionarles todos sus conflictos e intervenir en las dificultades que tengan con sus amigos y coetáneos.
Cambiar el tiempo que necesitan de nosotros por cosas materiales.
Privarlos del contacto cariñoso, la risa, la alegría y el gozo de estar juntos.
Finalmente
Creer que tenemos todas las respuestas y sentirnos en la obligación de darlas.
No tener el coraje de pedirles perdón cuando nos equivocamos.
Twitter:@solangealvara2