En Puerto Plata y su paisaje, que acoge una golondrina viajera que lleva en su pico una flor de té, oigo una guitarra bohemia que le canta a una voluptuosa india soberbia que camina hacia la Poza del Castillo, a encontrarse, sin que nadie se entere, con su amor oculto, a quien le suplica “¡Ayúdame a olvidar!”, para resolver un dilema: “Que yo te olvide ahora o nunca”. Y pregunto: ¿Por qué no ha de ser en Santiago, donde ella ha pedido cantando que Dios bendiga al Cibao? (Testimonio de una noche maravillosa con el espíritu sonriente de Juan Lockward, en medio de su pueblo emocionado).
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