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“Todo lo que haces de corazón, regresa a ti”

Un cordial saludo a todos mis queridos lectores.

Hay muchísimas personas y entre ellos me encuentro yo, que creemos que todo lo que hacemos en bien de los demás siempre de una forma u otra regresa a nosotros. Claro que hay también muchos que no lo creen así, y por eso no hacen el bien, pero como dice un refrán español: “Para gusto se hicieron las flores, y para escoger los colores”, pero la opinión de los muchos que piensan igual que yo, por mucho que traten nadie la cambiara.

Quiero compartir con ustedes la historia de un hombre llamado Renato, que siempre se dedico a hacer el bien y a ayudar a todo el que lo necesitaba. “Cuentan que una noche de lluvia cuando Renato se dirigía a su casa en su auto después de un arduo día, noto a una señora con su auto parado al costado de la carretera. Llovía fuertemente en ese momento, pero el se dio cuenta que ella necesitaba ayuda. Así que paró su auto y se acercó. El auto de la señora olía a nuevo. Ella pensó que podría ser un asaltante. El no inspiraba confianza, parecía pobre, cansado y hambriento.

Renato percibió que ella tenía mucho miedo y le dijo: Estoy aquí para ayudarla señora, no se preocupe. ¿Por qué no espera en su auto que está más calientito? A propósito mi nombre es Renato.

Bueno, lo que le pasaba es que ella tenía una llanta ponchada y para colmo era una señora de edad avanzada, algo bastante incómodo. Renato se agachó, colocó el gato mecánico y levantó el auto. Cambió la llanta pero quedo un poco sucio y con una herida en una de sus manos.

Cuando Renato apretaba las tuercas de la rueda ella abrió la ventana y comenzó a conversar con él. Le contó que no era del lugar, que solo estaba de paso por allí y que no sabía como agradecerle la preciosa ayuda. Renato apenas sonrió mientras se levantaba. Ella le preguntó que cuanto le debía. Ya había imaginado todas las cosas terribles que podrían haber pasado si Renato no hubiese parado para socorrerla. Renato no pensaba en el dinero, le gustaba ayudar a las personas. Este era su modo de vivir, y respondió: Si realmente quiere pagarme, la próxima vez que encuentre a alguien que precise de ayuda, dele a esa persona la ayuda que ella precise y acuérdese de mí.

Algunos kilómetros después la señora se detuvo en un pequeño restaurante, la mesera vino hasta ella y le trajo una toalla limpia para que se secara su mojado cabello y le dirigió una dulce sonrisa. La señora notó que la mesera tenia casi ocho meses de embarazo, pero la misma no dejo que la tensión de los malestares de su barriga cambiara su actitud. La señora pensó que como alguien que teniendo tan poco, podía tratar tan bien a un extraño. Entonces se acordó de Renato Después que terminó su comida y mientras la mesera buscaba el cambio, la señora se desapareció. Cuando la mesera regreso con el cambio se preguntaba dónde la señora podría haber ido, cuando notó algo escrito en la servilleta sobre la cual tenía 10 billetes de $100 cada uno. Le brotaron lágrimas de sus ojos cuando leyó lo que la señora había escrito y decía: Tú no me debes nada, yo tengo bastante. Alguien me ayudo hoy y de la misma forma te estoy ayudando. Si tú realmente quisieras reembolsarme este dinero, no dejes que este círculo de amor termine contigo, ayuda a alguien. Aquella noche, cuando regresó a su casa, cansada del trabajo diario se acostó en la cama, su marido ya estaba durmiendo y ella se quedó pensando en el dinero y en lo que la señora dejó escrito. Cómo pudo esa señora saber ¿cuánto ella y su esposo necesitaban aquel dinero? Con el bebé que estaba por nacer el próximo mes, todo estaba difícil. Se quedó pensando en la bendición que había recibido y una gran sonrisa apareció en su rostro. Agradeció a Dios y se volvió hacia su preocupado marido que dormía a su lado, le dio un beso suave y susurro: Todo estará bien, te amo Renato”

Mis amigos, la vida es así….! Todo lo que tú haces y das de corazón, vuelve a ti! Es más fácil pasar por esta vida haciendo el bien que buscar la forma para no hacerlo.

Termino con este pedazo del Evangelio de San Juan, Capitulo 9, Versículos del 6 al 12 y dicen así: “Entonces escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: Ve a lavarte en la piscina de Siloé . El ciego fue entonces a lavarse y volvió con vista. Los vecinos y los que antes solían verle pedir limosna preguntaban: ¿No es ése el que se sentaba a pedir? Unos decían: El mismo. Otros, en cambio: No es él, pero se le parece. El respondía: Soy yo. Entonces le preguntaban: ¿Cómo se te han abierto los ojos? Contestó: Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuera a lavarme a Siloé; fui, me lavé y empecé a ver. Le preguntaron: ¿Dónde está ése? Contesto No sé.

Hasta la próxima y muchas bendiciones para todos.

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