El fin del reconocimiento por Estados Unidos del legislador Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela es otra de las imprevistas consecuencias de la invasión de Putin a Ucrania.
La caducada Asamblea Nacional de 2015, controlada por la oposición, suprimió el “gobierno” que Washington reconocía como legítimo en Caracas. La necesidad de petróleo venezolano llevó a los americanos a negociar con Maduro y tirar por la borda al pobre Guaidó, que aparte de la charada estadounidense nunca sacó una gata a orinar en Venezuela. Para aparentar consecuencia y coherencia, Biden dice que Maduro sigue careciendo de legalidad pues su elección fue fraudulenta, pero por más explicaciones que diga, la realidad es que los negocios petroleros los está pactando con Maduro y pagándole a él.
Por más que los gringos aleguen que continuarán buscando “devolver la democracia a Venezuela”, al suavizar las sanciones contra los chavistas, difícilmente podrá la Plataforma Unitaria, que agrupa a la oposición, avanzar en su diálogo en México con funcionarios de Maduro, cuyos aparatos de seguridad controla Cuba. La democracia sigue perdiendo terreno en América Latina.
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