Ante mi recurrente clamor sobre el daño causado por la alcaldía de Santo Domingo Este al colocar en lugares inadecuados sus “modernos” contenedores de basura, ésta ha respondido con indiferencia y la gestión en algunos medios de reportajes que destacan las maravillas representadas, desde su perspectiva, por su proyecto “Limpia”, de 400 millones de pesos.
Nada de escuchar al ciudadano y a la ciudadana, aunque en términos de planificación deberían ser su fundamento. Tal vez entienden que la denuncia acerca de la incubación de un problema de salud y seguridad pública, se resuelve con una acción aislada de Relaciones Públicas y un “tapaboca” para un “pobre periodista”. O quizás asumen, como cualquier lector de poco vuelo, que nuestra querella proviene de una urdimbre politiquera en contra del alcalde Juan de los Santos, o a un plan de un escribidor chantajista para que le aparten un trozo del oneroso pastel publicitario o un chequecito mensual.
Pues, no señor. Ni una cosa ni la otra. Ni me ha interesado ni me interesa. Muy lejos estoy de ser contrario a la gestión del señor De los Santos. Y aunque lo fuera, tampoco tendría cara para “armarle un bollo” mediático con la pretensión de arrodillarle y sacarle beneficios. Todos no somos iguales; todos, por tanto, merecemos una atención conforme nuestro comportamiento. Y eso es lo que no han logrado diferenciar sus ejecutivos.
Lo cierto es que en un recodo de la esquina donde vivo, en Bello Campo, han colocado un gran zafacón. Dificulta el tránsito debido a la estrechez; sirve de escondite a delincuentes; abruma con el basural y la pestilencia permanente, pues el famoso camión “robot”, del que tanto se ufana la autoridad municipal, pasa a veces. Y si pasara cada minuto, tampoco resolvería nada porque una vez se lleva los desperdicios, todo el que pasa en vehículo (incluidos de lujo), en triciclo o en carreta, aun provenga de lejos, lanza al lugar sus bolsas fétidas.
¿Resultado? En nuestra casa no se puede vivir. Solamente imagine usted el excesivo calor combinado con el hedor insoportable. Luego imagine una plaga de ratas y ratones como gatos, los cuales, después de alimentarse con desechos, ocupan nuestros espacios. Mis perros ya están cansados de matar esos roedores; cada vez son más y más. Ni hablar de la plaga de cucarachas y moscas. Ni escribir puedo.
Ese contenedor para basura, como otros, debería ser movido a un lugar estratégico (avenidas o calles despejadas, por ejemplo), donde no ponga en riesgo la salud ni la integridad de ninguna familia. Como han sido colocados, en general, solo son puros objetos de conflictos y nidos de enfermedades.
Muchos de los tirados en las urbanizaciones donde ha comenzado a desarrollarse el proyecto, han sido removidos por personas afectadas, en ocasiones con el contubernio de supervisores charlatanes. Yo, en cambio, he querido apelar al espíritu de servicio que le supongo a algún funcionario o funcionaria influyente de la alcaldía; pero solo he cosechado desprecio… y más basura, más pestilencia y desafío de vecinos y vecinas desconocedores de los derechos ajenos y amantes de la suciedad.
Abrumado como estoy ahora por las moscas y las inmundicias, impotente por el abuso, comprendo más uno de los por qué de tanta violencia social. ¿Qué no pasará a un ciudadano o ciudadana común, si este abuso de poder le pasa a un ciudadano-periodista que no es desafecto ni al alcalde ni al Gobierno sin ser su beneficiario ni incondicional?
Por Tony Pérez
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