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Cuando a fuñir dicen con la Iglesia…

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José Báez Guerrero.

José Báez Guerrero.

La Iglesia católica dominicana dista mucho de ser lo que a mi juicio quisiera la inmensa mayoría de sus feligreses. Por fidelidad y recato, pocos católicos expresamos abiertamente nuestros desencantos con prelados que avergüenzan a cualquiera con al menos un poco de sano entendimiento del mensaje cristiano acerca del amor, la tolerancia, la caridad, la humildad y –sobre todo- la misión profética y de denuncia encargada por Jesús según sus prédicas y ejemplo.

Para atacar a la Iglesia católica no hay que echar mano de mentiras. Por ejemplo, recientemente leí en un diario digital al que sus adversarios califican como “una cloaca” que un articulista suyo ha afirmado que “la Iglesia católica fue la gran conspiradora contra la dominicanidad y contra la lucha que encabezó Juan Pablo Duarte y sus compañeros de La Trinitaria”.

Se arguye que el Arzobispo Portes amenazó con excomulgar a todos quienes desobedecieran a Santana. Si en base a ello fue que supuestamente Duarte quedó excomulgado, la argucia movería a risa si no fuera algo tan serio, puesto que habrían quedado excomulgados no sólo Duarte y los demás trinitarios, filorios y demás anti-santanistas, sino casi la mitad del pueblo que comenzaba a definirse como dominicano, por no decir también que habrían quedado fuera de la Iglesia igualmente ¡todos los haitianos!

Seamos más serios. La Iglesia posee otras culpas reales, como por ejemplo haberle negado el auxilio de los santos óleos o extremaunción a Hostos y luego rehusarles misas por su alma a sus deudos, como dramáticamente cuenta su hijo Bayoán en sus memorias. Para no hurgar tan lejos, hoy mismo muchos prelados lucen más entusiasmados por fruslerías mediáticas que por el propio Evangelio.

Pero la Iglesia también cuenta con Montesinos, y sus prédicas precursoras de los derechos humanos; con Nouel y sus filípicas contra las tropas gringas; con las pastorales contra Trujillo; y con innumerables otras páginas gloriosas de la historia dominicana, reivindicando su autoridad moral.

Recuerdo que me decía mi querido amigo el doctor Robles Toledano, monseñor católico, que “la mejor muestra de cómo nuestra Iglesia está bendecida por Dios es que los curas, obispos y cardenales, ¡no hemos podido acabar con ella!”.

Más aún, muchos buenos católicos abogan, igual que ciertos agnósticos, ateos o creyentes de otras denominaciones, por la conveniencia de un estado laico. A mi particularmente me atrae esa idea, ¡pero jodan menos con mi Iglesia!

José Báez Guerrero

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