1.- Formar un proyecto presidencial sin contar con un equipo técnico altamente capacitado y competente para asumir las tareas del Estado con idoneidad.
2.- Colocar en áreas estratégicas por simple agradecimiento, o como gesto solidario, a gente que sólo sabe “caravanear” y “poliquear”, pero no entiende un carajo de las funciones puestas en sus manos.
3.- Vacilar para reemplazar a funcionarios que convierten las instituciones públicas en centros de negocios personales y se dedican a “chismotear” para vencer por derribo a quienes realmente trabajan.
4.- Tener ministros “imprescindibles” ni creer que sin ellos terminarían la armonía en el gobierno y la continuidad del Estado.
5.- Dejar de vibrar con el corazón del pueblo para entregarse a las canciones de los aduladores, que sólo pintan cuadros bonitos, mienten y le escomotean la realidad.
6.- Permitir que pase el tiempo sin evaluar el desempeño de sus servidores estratégicos, con métricas creíbles, auditorías y análisis de gestión que permitan cuantificar y cualificar los resultados.
8.- Donar las instituciones a supuestos “aliados” que, cual ejército redivivo de los hunos, no dejan crecer la yerba donde pisan y todo lo quiebran y todo lo hunden.
9.- Mantener vigentes a influyentes vagos, licenciosos, carnales, retorcidos, mala purga y opuestos a todo lo que no entre en el círculo de su interés personal.
10.- Perder de vista que los hechos incontrovertibles viven más que la simple percepción y que la levedad en la toma de decisiones –por no arriesgar la populardad- tarde o temprano pasa factura.
11.- Ignorar que los castillos de naipes se vienen fácilmente abajo y que los pies de barro constituyen un altísimo riesgo de caída estrepitosa, de destrucción irreparable.
12.- Obviar que los ciclos económicos son reales –que a una prolongada estabilidad le sigue “un sacudimiento”, “un ciclón batatero”, que no pueden ser enfrentados por ineptos “busca-pensión”.
