Veinticinco, el año que decidí tomar las riendas de mi vida, de mis proyectos, pero más que nada, de mi felicidad. Por veinticinco años había vivido una vida sin sentido, sin propósito o quizás viviendo pendiente a satisfacer la felicidad o necesidades de otros, huyendo a la luz y tomando decisiones propias, sin la guía de Dios.
A mis veinticinco años tomé la decision de afrontar demonios a los que por años les había estado huyendo. Logré derrotar células precancerosas, hipertensión, pero la batalla más grande a la que me he tenido que afrontar ha sido a la de la depresión. La depresión es un tabú en muchas sociedades. El año pasado empecé a buscar ayuda de profesionales, dejé por un tiempo mi obsesión por trabajar y empecé a ver la vida de otra forma. Empece a crear rutinas, diciplinas que me permitieran entenderme más y tratar de mejorar mis problemas de falta de enfoque (los cuales propablemente tambien eran resultado de un alma perdida sin norte).
A mis veinticinco años Dios me hiso mi verdadera vocación de ayuda social, de emprender con el fin de empoderar la cultura tanto dentro de las empresas como en las sociedades. Tengo la dicha de tener una familia que entendió y apoyó que por un tiempo tenia que sacrificar mis ingresos para poder dedicarme a mi, a reencontrarme y a entenderme. En ese proceso he aprendido a llorar de felicidad, a actuar sin sentirme culpable de que mis opiniones no siempre sean del agrado de los que me rodeen, pero ese el precio a pagar por tener una convicción fuerte de rectitud y la única forma en que verdaderamente se puede aprender a vivir en desapego. Aprendí que la libertad solamente la podemos asumir de manera moral, porque sinó la estaríamos destruyendo. Aprendí a ser más pausada porque lo que a otros quizás les tome dos días, a mi me toma dos semanas, pero que mis imperfecciones son parte de lo que me hace auténtica y solamente permitiendome la libertad de ser yo misma podré construir y crear grandes castillos en donde todos los niños y niñas con habilidades especiales puedan jugar, aprender y educarse cuando no han tenido la dicha que he tenido yo de una familia que siempre ha puesto mi aprendizaje por encima de todas las cosas.
Le pido a Dios en mis veinticeis años que me siga dando mucho trabajo para poder generar empleos que contribuyan a que en todo el mundo las personas puedan vivir una vida digna donde sean ellos los dueños de su tiempo y de sus decisiones, priorizando siempre la verdad y la responsabilidad por encima de todas las cosas. Le pido que me siga dando el don de la escritura para poder compartir mis ideas con otros que tambien se preocupen por la humanidad, por las sociedades y por defender el talento creativo de algunas personas que quizás no saben cómo relacionarse con el mundo externo o que tienen miedo a vivir el dolor de una completa metamorfósis. Le pido a Dios que me de sabiduría para manejar de manera sabia los recursos económicos, de manera que con ellos algún día pueda tener grandes fundaciones que eduquen y que sanen. Que me mantenga siempre firme en mis ideales y en mi vocación de servicio, porque no hay nada que pueda hacerme más feliz en esta vida. Los 26, que vengan llenos de tantas bendiciones!
Recomendación de la semana: Feliciten a mi hermano que también cumple años!
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