A pesar de todas las advertencias y de las repetidas recomendaciones de las autoridades para prevenir accidentes de tránsito, especialmente en períodos de largos asuetos como el de las navidades y el año nuevo, las estadísticas sobre este tipo tragedias constituyen una verdadera epidemia.
Aunque es de justicia reconocer el esfuerzo denodado de las autoridades durante estas festividades, principalmente a través del efectivo seguimiento al llamado proceso de “carreteo” en las principales vías troncales del país para evitar altas velocidades y manejos temerarios, siempre se registran saldos lamentables donde el desenfreno y la imprudencia son los principales detonantes.
A través del balance en este y otros feriados se advierte claramente una penosa y hasta ahora insuperable tendencia: la mayoría de las muertes en accidentes de tránsito se producen en motocicletas.
Muchos de estos conductores de dos ruedas que tienen su cuerpo como chasis cada vez que ocurre una colisión, andan como almas sin destino, a grandes velocidades y sin observar las más elementales normas de tránsito, ya que ignoran los semáforos, manejan a contravía y no respetan a los agentes de tránsito.
Esta marcada falta de prudencia y la proliferación de este tipo de vehículos por el llamado “motoconcho” y otras actividades informales, no permita augurar una apreciable disminución en los índices fatales, a menos que se tomen medidas y se haga una efectiva campaña de educación vial.
El parque de motocicletas aumenta cada día, entre otros factores porque muchos hombres no encuentran empleos en el sector público o en privado, debido en gran medida a la falta de calificación, pero también a que las plazas laborales no han aumentado en la medida que crece la población en edad productiva.
Se trata, no hay duda, de un fenómeno in crescendo y virtualmente indetenible por la masiva importación de motos, muchas de ellas contaminantes del medio ambiente, por lo que entonces se necesitan mejores mecanismos de control y regularización.
La nueva ley de tránsito, si se aplica de forma generalizada y sin una actitud selectiva o blandengue, puede contribuir a afrontar eficazmente este desorden. En última instancia, los principales beneficiarios serán los propios motoristas, pues tendremos mejores posibilidades de prevenir accidentes y salvar vidas.
Sin dejar de reconocer las campañas de orientación que realizan las autoridades en períodos especiales, es necesario insistir en que la prevención tiene ser también una herramienta de aplicación cotidiana y que si la población en general no toma la debida conciencia, seguiremos recopilando estadísticas mortales que, aunque disminuyen en algunos períodos, poco alientan o consuelan a quienes pierden seres queridos.
Aunque nadie aprende en cabeza ajena y generalmente la gente no se lleva de consejos, es necesario formular continuos llamados a la prudencia para evitar accidentes en las calles y carreteras para que los feriados sean una oportunidad sana y segura de vacacionar o disfrutar experiencias gratificantes con familiares y amigos.
Recibe las últimas noticias en tu casilla de email