Son duras las lecciones ¡muy duras! y llevan al sacrificio miles de personas, pero algunos fenómenos de la naturaleza, como los terremotos, volcanes en erupción, huracanes, inundaciones, etc., abofetean, para que despertemos y nos apartemos un poco de lo material y superfluo, del afán de poder y dinero y le demos paso a lo espiritual, a llenar el alma de generosidad, a compartir con los demás. Ese es el mensaje que, a mi juicio, envía el poderoso coronavirus, también llamado COVID-19, que hoy llena de pánico la humanidad.
El coronavirus es una pandemia letal, que se propaga con rapidez y la mayoría de las personas no tiene inmunidad contra él; penetra en cualquier organismo, de rico o pobre, poderoso o infeliz, sin discriminación. La suntuosidad, la riqueza, no lo detienen ni pueden comprar los medicamentos para curarlo. Al contraerlo, tanto los millonarios en sus mansiones, como los infelices en sus casitas, requieren ser aislado, ponerlo en cuarentena, sin poder asegurar su sanación, pues no se conoce la medicina efectiva para combatirlo.
Ha puesto al descubierto las debilidades de naciones poderosas. Científicos de la salud, desesperadamente, se encierran en laboratorios, buscando medicamentos; mientras los gobiernos toman medidas emergentes, evitando la entrada y salida de la gente.
El coronavirus envía mensajes profundos: que todos somos iguales ; que la materia se traga la materia; que podemos tener millonarios bienes materiales y mañana amanecer sin nada o no pueden ayudarnos; que lo más importante es que tan rico esta mi corazón, que tan tranquila tengo mi conciencia, que tan preparada estoy para grandes pérdidas incluyendo seres queridos y mantenerme firme ante tan dura y dolorosa prueba; que la riqueza indestructible está en el interior, en el alma de cada persona; que busquemos a Dios.
En pandemias como el coronavirus, al poner en cuarentena individuos, familias, comunidades, naciones, no es para atemorizar, es para sanar al infectado, es para cuidar al prójimo; es para buscar cosas hermosas en el espíritu. Es triste que no reflexionemos sobre su significado y continuemos actuando de la misma manera.
El coronavirus habla de igualdad, no discrimina; ataca a ricos y pobres. Invita a reflexionar, sobre la crueldad que envuelve el que, habiendo tanta hambre por el mundo, no se detenga la desbordada ambición de acumular dinero, sin pensar en los necesitados.
Fenómenos como el coronavirus son señales para que no pasemos la vida repitiendo patrones injustos, ambiciones desmedida, mintiendo, buscando poder y bienes materiales; golpea, no para correr rumbo al supermercado a abastecernos de comida, sino para buscar en nuestro interior medicinas del alma, universales, lazos de amor que unan al mundo, que aseguren justicia social, paz, desarrollo integral ¡combatir el hambre!; para que ayudemos la conciencia a estar tranquila; para que partiendo del amor, lleguemos a la paz.
Indiscutiblemente, la medicina preventiva del coronavirus u otros males trasciende lo material, debe ser para aplicarse al alma.
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