¡Qué difícil es hallar un buen amigo! La amistad, ese afecto recíproco y desinteresado entre dos personas que no son familia, cuando está fundada en valores debería fortalecerse con el paso del tiempo. Pero como todo cambia, el equilibrio y sintonía entre amigos puede variar según cada cual vaya evolucionando.
No son tan necesarios como los amigos, pero también debe cuidarse a quien se acepta como adversario, aunque sea ese otro quien escoja a uno. Gracias a Dios reduje mi lista negra a dos: uno al que mayormente ignoro y otro con el que cumplo una obligación moral (hasta que se disculpe) de recordarle que los marranos no deben rascarse en cualquier javilla, misión que facilita con incesantes boutades…
Con quienes he sido amigo por casi medio siglo, me resulta imposible que, en la balanza del afecto y la admiración, pese más la pluma de cigua de algún encono circunstancial que las toneladas de cariño y agradecimiento acumulados. Mi hermano, que quiero muchísimo, dice que ningún viejo tiene tiempo para errar con amigos nuevos. Es un desperdicio emocional del breve instante que duramos vivos.
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