A 59 años del ajusticiamiento de Rafael Leonidas Trujillo y la desaparición de su dictadura de horror, opresión y muerte, todavía arrastramos algunos vestigios de ese doloroso período de nuestra historia y tenemos mucho que aprender sobre el valor de la libertad y la tolerancia que durante 31 años le fue suprimida al pueblo dominicano.
La verdadera esencia de la democracia está basada precisamente en esos dos pilares que deben girar sobre un eje primordial de respeto a las posiciones ajenas, aunque sean contrarias a lo que creemos y pensamos y la respuesta en ningún caso puede ser el insulto, la diatriba, la descalificación personal o el descrédito perverso y antojadizo.
La propia democracia y la libertad permiten la disidencia, pero ésta tiene que ser manifestada por vías civilizadas y ese comportamiento que debe exhibir la ciudadanía en general tiene que ser un compromiso y una forma invariable de parte de la clase política y de los sectores que coexisten en la estructura político-social del país.
Por fanatismo, pasiones desbordadas y ansias de poder, legítimas en principio pero que tienden a desnaturalizarse por la forma en que se canalizan en algunas direcciones, se incurre a veces en el desatino de hacer críticas emocionales, en medio de las cuales se ven enemigos imaginarios.
Un ejemplo de eso es la forma en que, a través de un mecanismo de pretendido linchamiento moral, se han vertido improperios contra la encuesta Mark Penn Stagwell.
Incluso, la exacerbación que ha desatado en algunos ámbitos, en lugar de un vano intento para tratar de desacreditarla, indica por el contrario que a este sondeo se le presta atención y que se le considera referencial. Si fuese ignorada como instrumento para visualizar y tomar el pulso al quehacer político-electoral, los propios actores de ese escenario deberían ser los más preocupados.
Toda encuesta puede ser controversial y más si es política. Pero ninguna es perfecta ni retrata realidades de mediano y largo plazo. Es una fotografía de coyuntura, que en lugar de generar malquerencias y reacciones desaforadas debería ser un punto de partida para hacer eficiente la competencia de los involucrados.
Pero, también, cantar victoria por un buen posicionamiento en un sondeo es una insensatez. La realidad no es estática y de un momento a otro cualquier indicador de preferencia política puede variar.
La credibilidad de las entidades está dada en gran medida por la el recto historial de quienes actúan de forma responsable y dan la cara en su nombre. Por eso, es deplorable y rechazamos con energía los ataques personales que en forma artera y desconsiderada se han lanzado contra Bernardo Vega, colaborador nuestro y representante de la empresa encuestadora. Cuando el debate renuncia a los argumentos y se va a lo personal sólo fluyen la mediocridad y el desenfoque. Auspiciamos la crítica y la defendemos, pero con altura.
La utilización de las redes sociales como una especie de sicariato mediatico para atacar a personas de reputada trayectoria, pone de manifiesto una mentalidad recalcitrante, intransigente y autoritaria que creíamos desterrada de la faz nacional y si el propósito es la intimidación o el chantaje, decimos de frente a quienes promueven esa infamia que pierden su tiempo porque aquí en SIN, nadie nos silenciará.
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