Durante décadas el modelo de desarrollo predominante en nuestra economía, ha recurrido al uso intensivo de la mano de obra haitiana, tanto por parte del sector público como del privado. Primero fue la industria azucarera, más tarde la agricultura intensiva en mano de obra y luego la construcción hasta llegar a las más diversas actividades de servicios desde lo formal a lo informal, desde lo comercial a lo doméstico. Esta demanda de mano de obra más la pobreza secular de la sociedad haitiana se imbricó con la debilidad institucional, el abandono de responsabilidades y la ausencia de garantías y derechos a ambos lados de la frontera que divide la isla.
Organismos internacionales y ONG de diversa naturaleza y con agendas explícitas e implícitas crearon un sesgo basado en la muy débil protección de los derechos de los trabajadores migrantes por parte del Estado dominicano y construyeron una visión falsa en la que se ha pretendido hacer parecer que toda la responsabilidad por esta situación se origina únicamente en que “los dominicanos” –así genéricamente—somos perpetradores de la violación sistemática de derechos inalienables de dichos migrantes. Esta es una versión falsa de los hechos, que contiene verdades, medias verdades, exageraciones, distorsiones y falsedades propaladas por intereses y actores que en algunos casos actúan de forma ingenua pero en otros lo hacen con una agenda dirigida a extorsionar a las autoridades dominicanas como una forma de sostener un status quo de absoluta negligencia y aprovechamiento económico y político por parte de sectores de la sociedad haitiana que se lucran de las inequidades e iniquidades que afectaban a sus compatriotas.
No percibir este contexto comunicacional internacional respecto del tema de los migrantes haitianos en República Dominicana podría ser una forma de ingenuidad, pero es indiscutible que también suele ser una forma de perversión y manipulación intencionada. Volveré sobre el tema.