1.- Que nadie se engañe. Este país cambió, pero no para bien, sino para lo peor, en lo que a buena conducta se refiere. Nos estamos moviendo en un fango, más o menos en un basurero social.
2.- En lo ético y moral, el ambiente nacional dominicano, es un desmadre de inmoralidades. El desenfreno llegó, gustó y aquí se quedó para estar de una manera placentera, muy a gusto.
3.- El país nuestro es el adecuado para que quien bien se siente maldiciendo y murmurando; portándose deslenguado y descarado. Este es el sitio propicio para quien está habituado a extralimitarse como persona de orilla, de baja ley.
4.- El ambiente dominicano tenía que degradarse para que cada vagabundo actuara por la libre, con el objetivo de accionar a su gusto, no haciendo caso a ley ni orden; hacer oídos sordos, tomar a risa sus fechorías, hacerse el pendejo para fastidiar a la gente buena.
5.- La modificación en la forma de hacer o no hacer, se ha hecho evidente en el hombre y la mujer dominicana de hoy, comparada con la de ayer. Ya nadie es igual, ni parecido.
6.- Antes, se notaba la buena manera de comportarse una jovencita, porque hasta en la forma de sentarse demostraba que estaba educada para dejarse caer sobre un mueble con sumo cuidado, con delicadeza.
7.- La escrupulosidad, ya no cuenta a la hora de una fémina descansar su cuerpo sobre un mueble o espacio cualquiera. La formalidad es cuestión del pasado.
8.- Ponerse correctamente, es estar desfasado. Poco importa la muchachita poner sus nalgas y sus piernas con comedimiento, que colocarse de la manera más inapropiada a los fines de inducir, llamar la atención provocando el ambiente.
9.- En el país nuestro, la televisión es el medio adecuado para captar el cambio en la manera de comportarse la mujer de ahora, expresada en la pose, en la forma de exhibirse, para invitar a ser vista con erotismo.
10.- Lo más normal es presenciar en un programa televisivo, a una joven, con sus piernas abiertas, y un escote que deja ver sus senos hasta los pezones, todo con el fin de invitar a ser admirada.
11.- No es cuestión de ser lujurioso, ni estar de casto. La realidad está ahí, como testigo de piedra. Con la degradación llegó el uso de la tecnología, ha cambiado el contenido de la moral y con ella la manera de comportarse el hombre y la mujer dominicana de hoy.
12.- Para no estar de acuerdo con la modificación que se ha operado en la decencia de nuestros connacionales, no hay que caer en santurronería ni falsa mojigatería. Basta con ser sincero, dejarse de estar con fingimiento.
13.- No es cuestión de querer ver a nuestras mujeres, en pleno siglo XXI, vestidas como si fueran monjas, enfundadas de pies a cabeza. Nada de muy casto, ni afán de puritano.
14.- Con ejemplos prácticos, con lo que está a la vista de todas y de todos, es la forma más fácil de que nuestro pueblo se dé cuenta, partiendo de la cotidianidad, de lo que ocurre con frecuencia, el cambio de la conducta, en la manera de actuar la gente nuestra de ayer y la de hoy.
15.- En última instancia, todo se reduce a la forma como cada quien hace apreciación, toma en consideración el hecho de portarse como es debido, acorde con los principios que deben seguirse para vivir pudoroso.
16.- No escapa a nuestro conocimiento que aquí, la moral imperante acepta como normal que usted ande vestido por la calle El Conde, en la ciudad capital, lo mismo que moverse por la calle Del sol, en Santiago, como su madre lo trajo al mundo, desnudo.
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