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Ardua tarea

Pero también lleva a algunos a la falsa convicción de que como los males cometidos por los otros son tan groseros, los propios son tolerables y hasta justificados, replicando muchas veces en sus respectivos espacios, los mismos vicios que señalan a las autoridades.

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Con un cúmulo de insatisfacciones tan alto como el que existe en nuestro país es fácil agotar la paciencia de algunos y dar riendas sueltas a quienes intentan apostar a la desmemoria de muchos criticando sin credibilidad alguna lo que antes hicieron igual o peor, sin darnos cuenta de que  tan reprochables son las promesas excesivas de campaña de la mayoría de los políticos, como las falsas expectativas de muchos ciudadanos que pretenden que problemas que llevan décadas puedan resolverse de la noche a la mañana, o que pueda haber soluciones mágicas a males ancestrales que comúnmente chocan con la realidad de la imposibilidad de aniquilarlos de cuajo.

Son tantas y urgentes las necesidades que atender en nuestro país y tan cuantiosas las sumas que harían falta para satisfacerlas aun medianamente, que fuerza preguntarse cómo será posible hacerles frente ante la limitación de recursos, los muy altos porcentajes de endeudamiento público y la improbabilidad inmediata de aumentos significativos de los ingresos tributarios por la resistencia de tantos a una reforma fiscal, aumentada por el efecto de la inflación mundial.

Resulta contradictorio que ante tal panorama se haya tolerado durante años tanto despilfarro, corrupción y saqueo del erario, y hay que llegar a la penosa conclusión de que esto se ha logrado dándole a algunos una parte de los recursos públicos repartidos como botín, generando complicidades o evitando enfrentamientos cerrando los ojos ante las actividades y negocios fuera de la ley, y logrando controlar buena parte de los medios de comunicación para maximizar los apoyos y minimizar las disidencias.

Naturalmente quienes no han sido parte de ese juego ni beneficiarios de ese cambalache y han tratado de ser buenos ciudadanos cumpliendo sus deberes, han sentido siempre enorme frustración ante un Estado más de reglas  que de derechos, y tienen cada vez menos elasticidad para aceptar sacrificios, pero han caído a su vez en la trampa de muchos políticos que han estado dispuestos a aprobar en las leyes y en la misma Constitución una infinidad de derechos, obligaciones, regulaciones que no están dispuestos a cumplir ni a hacer cumplir, con tal de complacer reclamos sociales.

A veces cuesta creer que ante tal panorama haya personas con buenas intenciones dispuestas a rendir un servicio y no a servirse del Estado, lo que lleva a muchos a generalizar y entender que todos los políticos son deshonestos, o todos los funcionarios incapaces, cuando la realidad es que sí hay gente honesta y capaz que decide ejercer la función pública por vocación, así como otros por esa misma razón asumen las tareas más arduas, tediosas o arriesgadas.  Pero también lleva a algunos a la falsa convicción de que como los males cometidos por los otros son tan groseros, los propios son tolerables y hasta justificados, replicando muchas veces en sus respectivos espacios, los mismos vicios que señalan a las autoridades.

Las críticas son indispensables para poder realizar mejorías, pero a la vez es importante poder tener la capacidad de discernir las que están bien enfocadas y sustentadas, de las que solo buscan ventajas particulares, apostar al caos, o carecen de sentido y fundamento, y tener, sentido común para entender las posibilidades, conciencia del tiempo requerido para alcanzar los objetivos y firmeza para seguir reclamando lo que es necesario, o para denunciar lo que está mal hecho. Las redes sociales son un enorme balcón que permiten sentarse a seguir lo bueno y lo malo que acontece en el mundo, y una tribuna para expresarse libremente, aunque muchas veces lamentablemente se haga con la pasión y sinrazón de los espectadores de un evento deportivo, y se siga cual fanáticos a manipuladores de opiniones.

Debemos estar conscientes de las circunstancias que vive el mundo, de cuáles han sido nuestros errores y males históricos, de que las mismas recetas fallidas resurgen de tiempo en tiempo porque la memoria es corta y la frustración a veces es mala consejera, de que ningún mal es ajeno y de que no hay soluciones mágicas ni éxitos fáciles, ni países que progresen sin orden, trabajo y compromiso de cada uno de cumplir su rol.  La tarea es ardua, y es de todos.

 

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