West Palm Beach, Florida.- Lo que parecía una escena inofensiva de un payaso con globos y flores se convirtió en uno de los crímenes más impactantes de 1990 en West Palm Beach. La mañana del 26 de mayo de ese año, Marlene Warren, de 40 años, abrió la puerta de su casa a un payaso que portaba dos globos rojos en forma de corazón y una canasta de flores. Sin sospechar nada, Marlene exclamó «¡Oh, qué lindo!» antes de recibir un disparo fatal en la cara. La mujer cayó al suelo mientras el payaso se alejaba tranquilamente, dejando atrás una escena de horror.
Joe Ahrens, el hijo de Marlene, estaba en la casa recuperándose de una fractura y disfrutaba de un desayuno con amigos cuando escuchó el disparo. “Pensé que era un gesto para levantarme el ánimo… hasta que escuché el bang y mi madre cayó al suelo. Supe que algo estaba muy mal”, recuerda Joe. El hijo llamó rápidamente al 911, pero los esfuerzos fueron en vano. Marlene fue trasladada al hospital y, dos días después, los médicos informaron que no había esperanza de recuperación. Le retiraron el respirador y falleció.
El misterio del payaso y un sospechoso con coartada
Los testigos describieron al atacante como un payaso con peluca anaranjada, guantes blancos y grandes ojos marrones, pero solo lograron observarlo durante unos segundos. Mike Warren, esposo de Marlene, se encontraba en Miami ese día y presentó una coartada sólida, siendo descartado como sospechoso por las autoridades. Sin embargo, las tensiones en el matrimonio se hacían evidentes. Marlene había advertido a su madre, Shirley Twing, que si algo le ocurría, Mike sería el responsable.
Durante la investigación, surgió el nombre de Sheila Keen, una empleada de 26 años de Mike Warren. Se sospechaba de un romance entre ellos, lo cual fue negado por ambos, pero las declaraciones de compañeros de trabajo y vecinos pintaban una historia diferente. Della Ward, colega de Sheila, confirmó la relación amorosa entre ellos y mencionó que Sheila poseía un arma para «protegerse».
Pistas inconclusas y un matrimonio revelador
Las pistas comenzaron a señalar a Sheila, quien había sido vista comprando un disfraz de payaso días antes del asesinato y reconocida por empleados de un supermercado donde se adquirieron los globos y las flores. Sin embargo, las pruebas eran circunstanciales y la falta de exámenes de ADN en la época impedía imputarla con certeza. La investigación quedó en suspenso durante varios años.
En 1997, Michael Warren salió de prisión tras cumplir una condena por fraude. En 2002, Sheila y Mike se casaron, lo cual hizo surgir nuevamente las sospechas. La pareja se mudó a Tennessee, donde llevaron una vida aparentemente tranquila hasta que en 2014, un equipo de casos no resueltos reabrió la investigación con ayuda del FBI y las nuevas tecnologías de ADN. Las fibras de peluca encontradas en la casa de Sheila y en el auto utilizado coincidían, así como cabellos que pertenecían a Sheila.
Un giro inesperado: la confesión
En 2017, Sheila Keen-Warren fue detenida y acusada de asesinato en primer grado. Ante la posibilidad de una condena a cadena perpetua, Sheila decidió en 2023 declararse culpable de homicidio en segundo grado como parte de un acuerdo con la fiscalía. La sentencia se redujo a doce años, y se le permitió descontar el tiempo ya cumplido. Su hijo, Joe Ahrens, expresó: “Finalmente tenemos la verdad. Es un cierre para mí”.
Aunque Mike Warren nunca fue inculpado, las sospechas sobre su complicidad en el crimen persisten. Joe sigue convencido de que ambos planearon el asesinato de su madre, pero por ahora, Sheila cumple su condena, y el caso se ha cerrado con una confesión que ha marcado el final de un largo capítulo de dolor y misterio.