Cada vez que salgo del país hay dos cosas que nunca extraño: la bulla y la basura callejeras. Ambos contaminantes están integrados al paisaje nacional, no sólo urbano, de una manera que ha habido una suerte de desensibilización sistemática, al punto que hemos creado un problema cultural: mucha gente “no ve” la basura pues la asume como parte del ambiente natural.
Vi a la alcaldesa Carolina Mejía decir una gran verdad hace unos días: pocos dominicanos queremos pagar el costo de la recogida y correcta disposición de la basura. Son obviedades penosas los efectos múltiples de la basura, pero quizás la alcaldesa ha indicado cómo comenzar a componer el entuerto. Hay que reconocer que mantener la ciudad limpia tiene un precio que todos los munícipes debemos pagar, sin estar dependiendo de subsidios especiales cada vez que hay un agravamiento de la crisis permanente.
Aparte de la parte financiera, ahora que la Policía está siendo reformada, no estaría mal concienciar a los agentes de que tirar basura (que ellos hacen flagrantemente a ojos vista) es un ilícito que posee consecuencias. ¡Macana legal!
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