En septiembre de 1967, Bosch expuso ideas que parecen escritas ayer, ante los sacudones del mundo, incluso en Chile, «alumno meritorio» y «ejemplo de éxito» en América Latina.
Dice Bosch: «El tiempo corre muy de prisa en esta hora del mundo. Corre de prisa para los países altamente desarrollados, que acumulan capitales fabulosos cada día, y corre de prisa para los países como el nuestro que se empobrecen sin cesar. En Santo Domingo, donde son cada vez más los que no tienen nada, los pocos que tienen mucho viven enfurecidos de miedo. Ven el hambre rondando sus casas y no duermen en paz porque constantemente están esperando que los miserables les quiten lo que atesoran».
En ese mismo texto, Bosch afirma: «…la democracia no es un mero sistema de gobierno; no es la existencia mecánica de presidentes, senados y cámaras de diputados. La democracia es todo un sistema de vida colectiva, y ese sistema descansa en la soberanía del pueblo. Los pueblos que no tienen soberanía para determinar por sí mismos qué quieren y qué no quieren, no pueden tener la democracia (…)».
Ya en 1969, dice: «América Latina vive desde hace largo tiempo dominada económica, social y políticamente por frentes oligárquicos, y estos son incapaces, por su propia naturaleza, de dirigir y realizar cualquier tipo de desarrollo».
Si observamos el mapa latinoamericano, los cambios políticos desde México a Argentina pasando por los levantamientos en Haití, Puerto Rico, Ecuador y Chile, evidencian la resistencia de los pueblos contra esos frentes que, pese a las fabulosas cifras e inmensas riquezas de nuestras naciones, las exprimen y subdesarrollan.
Esa es la raíz de la ruptura de Bosch con el PRD y el surgimiento del PLD. Entrevistado por Guillermo Piña-Contreras dice:
«El PRD era algo demasiado atrasado (…) no respondía a mis concepciones políticas, sociales o históricas, pero además de eso era una carga demasiado pesada» y lo describe como «un partido sin organización, sin métodos de trabajo, formado por simpatizantes que buscan en él alguna ventaja personal». Entonces, su ruptura «se debió evidentemente a todas estas prácticas y a que se había formado una oposición de derechas en contra mía y de las posiciones que impulsábamos».
La respuesta a esa «carga» la encontramos en su discurso fundacional del PLD, en 1973: «El PLD se propone terminar la obra que empezó Juan Pablo Duarte», explicando que aquello se componía de 1) lograr que el pueblo dominicano se convirtiera en verdadero dueño de su patria, algo que trasciende tener fronteras, escudo y bandera, pues la auténtica soberanía estaba y está amenazada por potencias económica-militares, por el poder decisivo de las élites así como por las transnacionales, que entonces ya surgían; y 2) alcanzar los derechos sociales de los dominicanos, «a los cuales no se refirió Duarte porque en su época no se pensaba (…) en la existencia de tales derechos».
Finalmente, señaló qué hombres y mujeres se necesitarían para realizar esta obra a través del PLD:
«No nos proponemos levantar un partido de santos [sino] un partido de dominicanos serios, capaces de hacer sacrificios por su país, entre ellos el pequeño pero fecundo sacrificio de estudiar para conocer cuáles son las causas de nuestros males y cómo deben ser combatidas, y el grande pero hermoso sacrificio de luchar por las ideas aprendidas mediante ese estudio (…); dominicanos que ofrezcan, no que pidan; que a la hora de la verdad den un paso al frente para combatir, no para beneficiarse…».
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