Hará unos veinte años, en un encuentro con los muchachos del Servicio Militar Voluntario, se nos concedió la honra de charlar sobre el tema: «La Independencia Nacional y los Trinitarios». Al inicio del encuentro nos referimos a Juan Pablo Duarte, joven nacido en Santo Domingo en 1813 y quien en Europa conoció los procesos libertarios posteriores a la derrota de Napoleón Bonaparte en 1815. Tiempo después de su retorno del viejo continente, el patricio Duarte creó en 1838 la Sociedad La Trinitaria, parecida a los grupos secretos similares que formaban en Europa los luchadores por la libertad y la independencia en aquellos tiempos.
También hablé con los jóvenes estudiantes sobre el modelo militar que representa Ramón Matías Mella, y recordamos algunas raíces de la conciencia patriótica del pueblo de la República Dominicana.
Tomasa de la Cruz
El libro Diario de la Reconquista, contiene un prólogo de Fray Cipriano de Utrera que destaca el día 18 de octubre del 1795 como una fecha significativa. Ese día, hace doscientos veinte y siete años, una mujer que habitaba y quería profundamente la tierra nuestra dominicana se murió de pena gritando: «¡Isla Mía, Patria Mía!».
Esta cita es pertinente en la medida en que nos ayuda a apreciar el sentimiento patrio que desde aquel tiempo de 1795 y desde mucho antes se encontraba en el alma de los habitantes de este suelo que nos pertenece a todos y cada uno de los dominicanos.
«¡Isla Mía, Patria Mía!», dijo entonces una dominicana llamada Tomasa de la Cruz cuando casi terminaba el siglo XVIII. Al final del siglo anterior, el XVII, la batalla de La Limonade, con la protección de la Virgen Nuestra Señora de la Altagracia, con sus originales colores azul, blanco y rojo – después constitutivos de la Bandera Nacional -, combatientes criollos derrotaban a los franceses que habían establecido una colonia de esclavos en la parte occidental de la isla.
A estas alturas del tiempo, en el año 2022 del siglo XXI de la Era Cristiana, vale la pena que nos preguntáramos por qué moría gritando Tomasa «¡Isla Mía, Patria Mía!» Debemos notar que en el año de 1795 no existía aún lo que hoy llamamos la República Dominicana, este Estado que fue idea de Juan Pablo Duarte y los Trinitarios, de Ramón Matías Mella, Francisco del Rosario Sánchez y de muchos otros cuyos patrióticos sacrificios recoge la historia nacional.
El 18 de octubre de 1795 se le notifica a la población de Santo Domingo que España le ha cedido la parte occidental de la isla a Francia y una mujer da testimonio de una de las primeras expresiones de patriotismo del pueblo dominicano.
En Tomasa de la Cruz estaba presente el germen de nuestra nación cuando moría diciendo: «¡Isla Mía, Patria Mía!».
Nación Dominicana
Expongo el concepto de nación mencionando precisamente a un ciudadano de Francia, al gran pensador Ernest Renán, quien en una conferencia que dictó en la Universidad de la Sorbona en el 1882, esto es, hace 140 años, nos dice que «una nación es un alma, un principio espiritual». Y a seguidas Renán recalca lo siguiente: «Dos cosas que, a decir verdad, no son más que una, constituyen este alma, este principio espiritual. Una está en el pasado, la otra en el presente. La una es la posesión en común de un rico legado de recuerdos; la otra es el consentimiento actual, el deseo de vivir juntos, la voluntad de continuar haciendo valer la herencia que se ha recibido indivisa.»(p.82 del libro Qué Es Una Nación).
Cuando Tomasa de la Cruz desfallecía estaba sintiendo que eran amenazados de muerte su legado de recuerdos y el deseo de vivir juntos de los presentes y los futuros dominicanos de entonces. Ella acababa de recibir la noticia de que el territorio de su Patria, Santo Domingo, había pasado a formar parte de Francia por el traspaso que le había hecho España mediante el Tratado de Basilea.
Esta nueva entrega a Francia de territorio de la Isla Española trajo por consecuencia las primeras invasiones haitianas. Las que ordenó Toussaint Louverture enarbolando el pabellón francés y, luego, Jean Jacques Dessalines proclamando por la fuerza e inútilmente la unificación de dos pueblos diferentes en sus orígenes y cultura, como son el haitiano y el dominicano.
Durante aquellos años Europa y América estaban conmocionados por el proceso de cambios que desde finales del siglo anterior estaba produciendo la Revolución que comenzó en Francia en 1789 y que para los inicios del siglo XIX ya se expresaba como la onda expansiva del Imperio de Napoleón Bonaparte.
Francia retomó nuestro territorio hasta que en la Batalla de Palo Hincado un 7 de noviembre de 1808 las huestes domínico-españolas encabezadas por don Juan Sánchez Ramírez derrotaron a las tropas francesas bonapartistas del general Louis Ferrand.
Es parte de la leyenda guerrera dominicana la famosa arenga de Sánchez Ramírez a sus tropas: «PENA DE LA VIDA AL QUE VOLVIERE LA CARA HACIA ATRAS. PENA DE LA VIDA AL TAMBOR QUE TOCARE RETIRADA. Y PENA DE LA VIDA AL OFICIAL QUE LO MANDARE, AUNQUE SEA YO MISMO…»
Mientras en nuestro país expulsábamos a los franceses, en Europa y América se producían procesos de lucha por la independencia de numerosos pueblos. Es más, puede afirmarse que la reacción domínico-española contra los franceses fue una consecuencia de la rebelión que en mayo de 1808 se produjo en España contra el régimen de dominación que le había impuesto Bonaparte a la península ibérica.
Hacia la Independencia Nacional
Lo posterior a la Reconquista que produjo la Batalla de Palo Hincado se conoce como España Boba, y son muchos detalles sobre aquellos momentos que desataron un proceso de cambios que nos llevó finalmente a la Independencia Nacional.
En este proceso vale la pena destacar la proclamación de un Estado autonómico bajo el amparo de la República de la Gran Colombia, lo que se conoce como el esfuerzo de la Independencia Efímera, proclamado el 30 de noviembre de 1821 por don José Núñez de Cáceres.
El Libertador Simón Bolívar, quien entonces se encontraba concentrado en la campaña de Ecuador, nada pudo hacer a favor de la solicitud que le hizo Núñez de Cáceres a través del doctor Antonio María Pineda. Se ha escrito y se ha especulado mucho también sobre deudas que tenían Venezuela y Bolívar con Haití desde la era de Petión.
De todos modos, éstas y otras circunstancias de debilidad fueron aprovechadas por el dictador haitiano Jean Pierre Boyer para ordenar la invasión y ocupación del territorio dominicano a partir del 9 de febrero de 1822.
Así quedaba frustrado el primer intento formal, pero sin fuerzas suficientes y desorganizado, por conseguir la independencia de la nación dominicana en gestación.
La Confusión
En los últimos 60 años llegaron a tomar cuerpo en nuestro país algunas interpretaciones de la historia que pretendieron convencer a las nuevas generaciones con el falso criterio de que la ocupación haitiana que comenzó en el año 1822 fue solicitada y benigna, y que trajo muchos beneficios al pueblo dominicano.
No es quizás ésta la ocasión para entrar en polémicas estériles, pero al cumplirse doscientos años de aquella tragedia los jóvenes dominicanos lo que primero deberían preguntarse es por cuáles razones Haití y la República Dominicana tienen dos pueblos que son tan diferentes; y por qué nosotros avanzamos superando las dificultades y los haitianos viven eternamente enredados en la miseria, y en crisis sociales y políticas.
Algo hay, algo muy bueno que tanto atrae al mundo y llama positivamente la atención hacia el territorio y la gente que habita el lado oriental de la isla la Española que tantas veces ha sido usurpado por la violencia militar extranjera, incluso la haitiana, y ahora por la invasión «pacífica» procedente de Haití que nos arropa y se convierte en la principal amenaza social y económica para que puedan sobrevivir digna y sanamente los dominicanos del presente y el porvenir.
Datos de un Historiador
La ocupación haitiana de 1822-1844, según nos narra el historiador Bernardo Pichardo en la página 79 de su Resumen de Historia Patria:
-Disolvió el cabildo.
-Formó con los nativos batallones que transportó a Haití.
-Cerró la Universidad.
-Destinó varias de nuestras iglesias a cuarteles.
-Utilizó el esfuerzo personal por medio de la violencia en favor de los intereses de determinados funcionarios.
-Y desterró a ciudadanos pacíficos, de una manera disimulada, por el solo delito de no socorrer con sus simpatías la dominación; de todo lo cual se originó un malestar profundo que se acentuó hasta manifestarse con motines de rebelión contra la dominación haitiana en Bayaguana, Santiago y Puerto Plata y con la conjuración de Los Alcarrizos, donde fueron fusilados en el año 1824 Lázaro Núñez, José María de la Altagracia, Facundo Medina y Juan Jiménez.
Es menester recordar la historia de Bernardo Pichardo y otros textos que se ha pretendido echar al zafacón para siempre, así como durante años se ha estado tratando de que el Pueblo Dominicano ignore para siempre las arbitrariedades de Toussaint o los crímenes cometidos por Dessalines y sus huestes en las poblaciones dominicanas de Moca y Santiago.
Pues, si es verdad que los haitianos fueron en todo bondadosos durante todo el siglo XIX, vale la pena preguntarse por qué la población que habitaba en la parte oriental de la isla decidió separarse y constituir un nuevo Estado llamado República Dominicana cuando los gobernantes dictadores haitianos intentaron hacer sucumbir el amor a la patria nuestra.
La gesta de la Independencia comenzaba en el mismo espíritu de Tomasa de la Cruz y a partir de su muerte el pueblo dominicano la cimentó luchando contra las numerosas invasiones militares haitianas.
Duarte y Mella
JUAN PABLO DUARTE y RAMON MATIAS MELLA: Son los antecedentes inmediatos de la dominación haitiana los que producen el proceso de lucha que hace cuajar la decisión final de los dominicanos para constituir un Estado independiente que hoy llamamos con mucho orgullo República Dominicana.
El principal protagonista de este fenómeno social es Juan Pablo Duarte, inspirador, ideólogo y guía de los Trinitarios.
Habiendo nacido un 26 de enero, en el año 1813, Juan Pablo Duarte y Diez marchó hacia el exterior en su adolescencia a un recorrido de formación espiritual por New York, Inglaterra, Francia y Barcelona.
Su estadía fuera de su patria natal entre los años de 1826 y 1832 le permitió conocer movimientos e ideas patrióticos que se desarrollaban en otros países.
El notable historiador dominicano Emilio Demorizi nos ha revelado en su obra que, durante su estadía en Barcelona, Duarte se impregnó del espíritu de libertad de los catalanes, recordando que el patricio había manifestado que esperaba que un día el pueblo dominicano disfrutara de los mismos fueros y libertades.
Destaca Demorizi que Duarte al llegar al Ozama lo primero que hace es despertar el sentimiento romántico entre sus compatriotas y crea la sociedad La Trinitaria junto a otros el 16 de julio de 1838, inspirándose en movimientos como La Joven Italia fundada en 1832 por José Mazzini con el objetivo de fundar la nueva República Italiana independiente.
Y continuando con el paralelismo que establece entre el padre de la patria de Italia y con el padre de la patria dominicana, en la página 183, de su libro “En Torno a Duarte”, publicado en 1976 por la Academia Dominicana de la Historia con motivo del Centenario de la muerte de Juan Pablo Duarte, el historiador Demorizi nos dice:
«En Francia, en Inglaterra, Mazzini fortaleció su espíritu revolucionario, siempre al servicio de su patria. Por allí también pasó Duarte, en flor de edad, recogiendo con abierta mano las simientes de libertad que había de plantar en su adorada tierra esclava».
Para encender la mecha de las ideas independentistas y organizar la acción libertadora, Duarte fundó también la sociedad cultural La Filantrópica. En 1884, con motivo del traslado desde Venezuela a Santo Domingo de los restos de Duarte, la Revista Científica, Literaria y de Conocimientos Utiles publicó en su edición correspondiente al 25 de febrero que:
«Los miembros de estas sociedades patrióticas, apóstoles de la Idea Separatista que prepararon el hecho glorioso de la Independencia (fueron):
Juan Pablo Duarte, Juan Isidro Pérez de la Paz, Ramón (Matías) Mella, Pedro Alejandro Pina, Pedro Pablo de Bonilla, Vicente Celestino Duarte, Francisco Martínez de León, Felipe Alfau, Juan Nepomuceno Ravelo, Féliz María Ruiz, Félix María Delmonte, José María Serra, Jacinto de la Concha, Joaquín Lluberes, Benito González, Tomás de la Concha, Francisco del Rosario Sánchez, Pedro Antonio Bobea, Remigio del Castillo, Juan Evangelista Jiménez, Luis Betances, Epifanio Billini, Tomás Troncoso». (págs. 91 y 92 de La Trinitaria en su Sesquicentenario, Academia Dominicana de la Historia, julio de 1988).
El Juramento de Los Trinitarios se hizo de la siguiente manera:
«En nombre de la Santísima, Augustísima e indivisible Trinidad de Dios Omnipotente, juro y prometo por mi honor y mi conciencia, en manos de nuestro presidente Juan Pablo Duarte, cooperar con mi persona, vida y bienes a la separación definitiva del gobierno haitiano y a implantar una República libre e independiente de toda dominación extranjera que se denominará República Dominicana, la cual tendrá su pabellón tricolor en cuartos, encarnados y azules, atravesados por una cruz blanca.
Mientras tanto, seremos reconocidos los trinitarios con las palabras sacramentales: Dios, Patria y Libertad.
Así lo prometo ante Dios y el mundo, si tal hago, Dios me proteja; y de no, me lo tome en cuenta y mis consocios me castiguen el perjurio y la traición, si los vendo».
Los Trinitarios
Hablemos ahora de uno de los Trinitarios que mostró los mejores dotes de militar disciplinado y capaz al servicio de la gesta independentista: Ramón Matías Mella, quien al igual que Juan Pablo Duarte nació en la ciudad de Santo Domingo.
Mella fue enviado por el presidente haitiano Charles Herard a la capital haitiana, Puerto Príncipe, a sufrir los rigores de la prisión tras ser detenido en 1843 por dedicarse a organizar el movimiento revolucionario independentista dominicano.
El prestigioso pensador dominicano José Miguel Angel Soto Jiménez nos dice en su obra Semblanzas Militares de los Adalides de la Independencia, que «el General Matías Ramón Mella es el arquetipo de los militares dominicanos» (pág. 9). Y agrega que Mella «es la consumación militar de los elementos ideológicos que le dan vigencia a las Fuerzas Armadas de la Nación. Porque él no vistió el uniforme ni colocó sobre sus hombros las pedazas charreteras del generalato por el impulso de la ambición personal. Matías Ramón Mella, no vistió la casaca militar movido por el afán de notoriedad ni sed de gloria».
A seguidas, págs.9-10, el intelectual-militar nos dice en el libro anteriormente citado que Mella: «Tomó el grave camino del soldado para encontrar en éste, la separación, cual senda primaria para la creación de la República, como el vehículo para alcanzar la libertad y la felicidad del pueblo dominicano».
Mella nació el 25 de febrero de 1816, y entre tantas de las hazañas de su carrera se recuerda que él fue quien la noche del 27 de febrero de 1844 no vaciló en disparar el primer cañonazo en la Puerta de la Misericordia en Santo Domingo.
Mella, con larga hoja de servicios civiles y militares a la Patria, falleció el día 4 de junio de 1864 y para esta fecha ostentaba la Vicepresidencia de la República en el Gobierno de lucha por la Restauración que encabezaba el presidente José Antonio Salcedo.
Fue Mella un verdadero discípulo del fundador de nuestra República. Juan Pablo Duarte, en aquel mismo año de 1864, escribió en el himno de la Restauración esta hermosa estrofa:
¨Por la Cruz, por la Patria y su gloria denonados al campo marchemos: si nos niega el laurel la victoria, del martirio la palma alcancemos.¨