Él jugaba dominó con lugareños al atardecer. Vestía camiseta, shorts y chancletas samurai. Su aspecto no permitía presagiar que pocos años después, al subir su PLD, sería uno de los más poderosos políticos dominicanos. Francisco Javier García quizás no lo recuerda porque fue hace 30 años, hace muchos millones.
Nos presentaron cuando fui a comprar hielo al colmado de William en Palmar de Ocoa. En una brevísima conversación –debía volver con el hielo— dijo que me leía en Última Hora. Rememoro ese fugaz encuentro al leer su renuncia como director de campaña de Abel Martínez, diciendo que enfrentan “a dos figuras que no son simples candidatos, sino a estadistas de experiencia”.
Los expertos de redes sacaron filo alegando que García no desea perder su trayectoria invicta de dirigir campañas peledeístas. Creo que el fino olfato político de este estratega exitoso le indica que el electorado no desea volver a ser gobernado por Leonel, ni probar suerte con Abel, ni con nadie que les recuerde dónde estaban casi todos los líderes boschistas hace pocas décadas cuando él jugaba ese dominó.
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