El 6 de febrero de 2023, dos poderosos terremotos estremecieron los suelos del sureste de Turquía y del norte de Siria, uno de magnitud 7.8 ocurrido en horas de la madrugada por una rotura de 250 km de longitud a lo largo de la falla Anatolia Oriental, con epicentro cerca de Gaziantep, provincia de Kahramanmaras, al norte de la frontera con Siria, rotura que desplazó lateralmente la corteza terrestre entre 2 y 6 metros en dirección noreste en la placa Arábica (sur) y en dirección suroeste en la placa de Anatolia (norte), y otro de magnitud 7.5 ocurrido en horas de la tarde del mismo día, con epicentro a 90 kilómetros al noreste del primero, por una rotura de 125 kilómetros de longitud en otra falla E-W ubicada al norte de la falla de Anatolia Oriental, terremotos que generaron una aceleración máxima de suelo de 2g (19.6 m/seg2), derribaron o dañaron totalmente 85 mil edificaciones, y provocaron cerca de 50 mil muertes y más de 100 mil heridos, 90 % en Turquía y 10 % en Siria, convirtiéndose en el peor desastre natural de toda esa región en los últimos 100 años.
El hecho de que el segundo gran terremoto de magnitud 7.5, que no fue una réplica porque se produjo en una falla geológica E-W distinta a la falla NE-SW que produjo el primer gran terremoto de magnitud 7.8, ocurriese en horas de la tarde mientras la gente utilizaba sus teléfonos celulares para grabar vídeos sobre labores de rescate, facilitó obtener decenas de videos, de buena calidad, los que por primera vez han permitido ver a decenas de edificios, construidos sobre suelos aluviales (Qa), colapsar por efectos cortantes de fuerzas sísmicas amplificadas en esos suelos flexibles, las que rompieron fácilmente las columnas aisladas del primer nivel comercial de muchos edificios, donde espacios perimetrales, que debieron estar ocupados por muros rígidos de cortante cuyo papel estructural en suelos flexibles en zonas de alta sismicidad es proporcionar suficiente rigidez lateral para resistir los máximos empujes horizontales generados por terremotos de gran magnitud, fueron sustituidos por espacios abiertos y por cristalería, transformando el primer nivel de cada edificio en un piso de baja rigidez y alta vulnerabilidad sísmica, o piso blando, que en ese tipo de suelo estaba obligado a colapsar durante el sismo, y colapsó.
Un informe preliminar elaborado por Evangelia Garini y George Gazetas, de la escuela de ingeniería civil de la universidad técnica nacional de Atenas concluye que las principales fallas estructurales encontradas en las edificaciones colapsadas fueron: “ausencia de muros rígidos para absorber el máximo cortante sísmico, inclusive en edificios de más de 10 pisos, columnas muy delgadas, losas de pisos colocadas directamente sobre columnas por ausencia de vigas de amarre, inadecuados refuerzos de acero por escasas varillas verticales y con diámetro inferior al requerido, y escasas varillas transversales como estribos confinantes y con diámetro inferior al requerido”. Estas fallas de diseño evidencian desconocimiento sobre sismorresistencia y mortales vicios de construcción por inobservancia desafiante al código de construcción de un país de alta sismicidad conocida y repetida; por lo que el Gobierno turco ya ha emitido 245 órdenes de arresto y sometimiento a la justicia de los principales responsables.
Desde el mismo día 6 de febrero, las primeras imágenes aéreas de la destrucción dejaban claro, al menos para geólogos entendidos en sismicidad y en malas respuestas sísmicas de suelos flexibles, que los daños estaban concentrados en las extensas llanuras aluviales (Qa) del sur de Turquía, cerca de las fallas que generaron las roturas sísmicas, pues todo geólogo sabe que cuando una llanura está rodeada de altas montañas, esa llanura es el fruto de la acumulación de sedimentos que en el pasado geológico han llegado desde el alto relieve, gracias a lluvias y a ríos, y los geólogos-geofísicos saben que en suelos flexibles las ondas sísmicas de corte (secundarias), las que transportan el 70 % de la energía elástica liberada por la rotura sísmica, se ven obligadas a viajar muy lentamente, a veces a velocidades (Vs) inferiores a 100 metros por segundo, a diferencia de las rocas donde esas ondas de corte pueden viajar a velocidades (Vs) superiores a 1,500 metros por segundo, por lo que, en suelos, la energía elástica que las ondas secundarias no pueden utilizar en alta velocidad, la utilizan en amplificación que estremece bruscamente el suelo, en direcciones perpendiculares, hasta romper elementos estructurales vitales mal concebidos, principalmente delgadas columnas aisladas en pisos abiertos para estacionamientos, y en pisos comerciales blandos dominados por huecos y ventanales de cristales.
El 20 de febrero 2023, la prensa internacional destacó que “el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, al anunciar la construcción de 200 mil casas para personas afectadas por los 2 terremotos, ha dicho que “donde sea posible, queremos trasladar nuestros asentamientos de las llanuras (de suelos) a las montañas (de rocas) para mantenernos alejados de desastres provocados por licuefacción de los suelos”, mientras el ministro de Urbanismo, Murat Kurum, ha dicho a la prensa que “los núcleos urbanos debían reconstruirse solo en suelos sólidos (rocas), lejos de la falla geológica que ha funcionado como epicentro de los terremotos”, pues, según expertos, los suelos de aluvión (Qa= mezclas caóticas de gravas, arenas, limos y arcillas) y los sedimentos (arcillas, limos, arenas o gravas) amplifican las ondas sísmicas más que las rocas, por lo que la destrucción de barrios o pueblos en este tipo de terrenos (suelos) ha sido mucho mayor que la observada en las colinas (de rocas)”.
Ahora ha quedado claro, quizás por primera vez para autoridades de este nivel de jerarquía, que las destrucciones sísmicas se producen en suelos (flexibles), y que en rocas (rígidas) los daños son mínimos, casi nulos, lo cual fue descrito en la Biblia por el Evangelista Mateo en los versículos 24 al 27 del capítulo 7 de su evangelio: El hombre prudente construye su casa sobre la roca y el hombre insensato construye su casa sobre la arena, por lo que desde el terremoto de enero 2010 en Puerto Príncipe (Haití), donde colapsaron unas 400 mil edificaciones, todas sobre suelos, dejando 316 mil muertes y 350 mil heridos, lo hemos predicado, escrito y publicado en periódicos y en revistas de la Academia de Ciencias RD y del Colegio Dominicano de Ingenieros, al igual que en libros internacionales como: Earthquake Soil Interaction (WIT Press) y Earthquake Resistant Engineering Structures (WIT Press), pues en todos los terremotos siempre colapsan malas construcciones levantadas sobre suelos flexibles, mientras edificaciones frágiles, mal construidas sobre rocas, nunca, o casi nunca, colapsan durante los grandes eventos sísmicos.