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Comicios 2020 reproducirían corrupción e impunidad

En nuestro país y en el mundo, el sistema electoral dominicano y sus elecciones periódicas, han sido presentados como fuentes de una democracia inexistente; supuestamente desvinculadas de un sistema dictatorial impregnado de una corrupción ascendente protegida por un régimen estructurado de impunidad de larga data.

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“Elecciones y corrupción van de la mano: clientelismos, sobornos, inversiones privadas altamente reproductivas, venta al mejor postor, compra y venta de facciones, transfuguismos, trampas y fraudes.”

En nuestro país y en el mundo, el sistema electoral dominicano y sus elecciones periódicas, han sido presentados como fuentes de una democracia inexistente; supuestamente desvinculadas de un sistema dictatorial impregnado de una corrupción ascendente protegida por un régimen estructurado de impunidad de larga data.

El abismo entre lo que se difunde y lo que es, resulta realmente abismal. Su dinámica y sus persistentes resultados han motivado el interés en su continuidad por todas las partes interesadas: partidocracias oficialistas y opositoras, y corporaciones privadas corruptoras.

 Así las cosas, el 2018 concluye con un febril esfuerzo del Gobierno,  de los jefes y componentes de casi todas las instituciones del de Estado, del sistema de partidos, del gran empresariado asociado a la corrupción y sus medios masivos de comunicación, por imponer la viciada ruta electoral hacia el 2020.

Ese tozudo empeño habrá de multiplicarse en el curso del 2019 que ya se inició.

Esa gran pasión por el tema se explica por lo acontecido en el pasado reciente.

Pocos mecanismos y procesos han sido tan funcionales  y tan útiles al sistema de corrupción e impunidad vigente, que tanto beneficia a sus gestores y protagonistas y tanto ha garantizado su periódica reproducción ampliada, como las elecciones nacionales, sus partidos guías y grupos sanguijuelas.

Elecciones y corrupción van de la mano: clientelismos, sobornos, inversiones privadas altamente reproductivas, venta al mejor postor, compra y venta de facciones, transfuguismos, trampas y fraudes.

Resultados electorales y sumatoria de mafias en las instituciones se amalgaman en superposiciones y entrelazamientos de corruptelas  en los que se asocian funcionarios electos y designados  y  las empresas beneficiarias de exenciones, privilegios, tráficos de influencia, estafas, sobrevaluaciones, subvaluaciones e ilegalidades.

  • El miedo potencia el aferramiento al fraude.

Es muy comprensible, por tanto, que un sistema con esas características, en franco proceso de descomposición –rechazado además por amplios sectores movilizados y evidentemente atemorizados sus beneficiarios por las posibles consecuencias de la reciente insubordinación multitudinaria de Marcha Verde- estimule ese apasionado amor por lo electoral en sus jefes políticos y económicos, y desde sus instancias de poder.

No tienen de otra que no sea reproducir el pantano, con continuismo de rostros o con otras caras, pero salvando las estructuras, y las bases institucionales y jurídicas-políticas que le sirven de sustento a sus componentes.

Hacia ese proceso van todos abrazados, diezmados en autoridad moral y poder de convocatoria, con la desconfianza que los acorrala y reduce a puro comercio e inversión, al malo o menos malo contra el peor  o al malo sobre malo que da peor.

No importa que la JUNTA CENTRAL ELECTORAL (JCE) y el TRIBUNAL SUPREMO ELECTORAL (TSE)  estén contralados por el presidente Danilo Medina, que por demás sigue empecinado en reelegirse.

No importa que sus titulares protejan a la mafia que anteriormente los controlaba  ni  que el poder estatal nuevamente se vuelque a favor de sus candidatos y grupos  preferidos.

Su lealtad, incluidos los tradicionales opositores, es con el sistema de corrupción e impunidad que avala la Constitución del 2010, su Congreso, Alcaldías, Cortes y toda la maquinaria estatal al servicio del enriquecimiento de cada quien desde la concepción que entiende el Presupuesto y el Patrimonio Nacional como propiedad privada de detentadores del poder.

Aquí no existe opción electoral de cambio aunque el PRM y asociados se proclamen tal. Están empapados de  ideología de corrupción e impunidad y amarrados a la estrategia neoliberal del lumpen imperialismo.

Tampoco –aun si existiera- la crisis de dominación ha llegado al punto de fracturar la relación partidos-Estado-empresariado como para abrir compuertas de una opción electoral fuera de control sistémico y capaz de rebasar el fraude estructural.

Pero definitivamente a quienes no les luce el traje de esa porquería electoral es a aquellos que después de haber jurado y perjurado luchar por el fin de la corrupción y la impunidad -temporalmente vestidos de verdes- tienen ya decidido aliarse o coaligarse a ciertos arquitectos del sistema pervertido.

No les luce el traje y de poco le sirve el alegato de que sus nuevos socios históricamente ensuciados hoy no son del partido de gobierno, cuando ayer fueron gobierno central y hoy lo son en alcaldías, curules y procederes denigrantes, con culpas parecidas.

Ambas partes son, en fin, dos caras del mismo sistema, sobre todo después que la estrategia neoliberal, potenciadora de la gansterización del sistema, las acerca en las peores prácticas políticas.

El fenómeno, claro está, no es de exclusiva factura nacional, puesto que el modelo, si bien no es uniforme, tiende a ser globalizado en todo lo que ayuda a perpetuar el lumpen capitalismo de estos tiempos y la corrompida partidocracia que le sirve de instrumento político.

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